Orad por la paz de Jerusalén | Una reflexión bíblica y pastoral ante el conflicto en el Medio Oriente
- Fernando Arias
- 15 jun
- 8 Min. de lectura
El clamor por la paz en el Medio Oriente vuelve a resonar con fuerza en todo el mundo. Como creyentes, no podemos ignorar lo que ocurre en la tierra donde caminaron los profetas, donde nació nuestro Salvador, y donde, según las Escrituras, también se desarrollarán algunos de los eventos más relevantes del final de los tiempos.
Pero al mirar este conflicto, no lo hacemos como analistas políticos ni como simples observadores de noticias, sino como hombres y mujeres de fe, que buscan entender los tiempos a la luz de la Palabra, con un corazón lleno de compasión y con la boca llena de oración.
Una historia que no podemos ignorar
En 1948, Israel volvió a ser reconocido como nación después de siglos de dispersión. Este no fue un hecho aislado, sino el cumplimiento de promesas. Profetas como Isaías y Ezequiel ya habían anticipado que Dios reuniría a Su pueblo de entre las naciones (Isaías 11:11–12; Ezequiel 36:24).

Desde ese momento, el conflicto con sus vecinos ha sido constante. Pero nuestra mirada va más allá de la geopolítica: creemos que Dios está escribiendo Su historia, incluso en medio del caos.
Jerusalén: una ciudad terrenal con un destino eterno
La ciudad de Jerusalén está en el centro de la historia, del conflicto y del cumplimiento profético. No es solo una capital política o cultural; es una ciudad con un significado espiritual profundo. Allí se alzó el Templo, allí murió y resucitó Cristo (más específicamente, a las afueras de la ciudad, en un lugar llamado Gólgota), y allí regresará.

Ahora bien, ¿por qué Jerusalén?
Es el centro de la historia bíblica: Jerusalén fue la ciudad elegida por Dios para establecer Su Nombre (1 Reyes 11:36; 2 Crónicas 6:6). Allí Salomón construyó el Templo, el lugar de adoración y sacrificio. Fue testigo del ministerio, muerte y resurrección de Jesús. Es, sin duda, el corazón espiritual de la historia redentora.
Es el centro del conflicto actual: Desde su restauración como capital del Estado de Israel en 1948 (y formalmente en 1967), Jerusalén ha sido motivo de disputa política, territorial y religiosa. Judíos, musulmanes y cristianos consideran la ciudad como santa, lo cual la convierte en un epicentro de tensiones constantes.
Es el centro de la profecía: Los profetas anunciaron que en los últimos tiempos Jerusalén sería “piedra pesada para todos los pueblos” (Zacarías 12:3).
¿Qué significa eso de “piedra pesada”? Esta verdad no solo tiene mucha importancia sino varios significados. A continuación te comparto tres :
1. Jerusalén será un problema difícil de cargar o resolver
La profecía dice que Jerusalén será como una piedra tan pesada que nadie podrá cargar sin lastimarse. Eso significa que las naciones intentarán controlar o resolver el conflicto en la ciudad, pero acabarán dañándose a sí mismas. Será un problema tan complejo, con tanto peso espiritual y político, que todo intento humano de imponer soluciones sin considerar el plan de Dios terminará en fracaso o división.
Un ejemplo de ello sería la Alemania nazi. Aunque no fue parte directa del conflicto territorial en Jerusalén, se levantó cruel y brutalmente contra el pueblo judío, intentando su exterminio. ¿El resultado? Una guerra devastadora (la Segunda Guerra Mundial), la caída del régimen nazi y la división de Alemania por décadas. Fue uno de los juicios más severos de la historia reciente.
2. Será el centro de tensión mundial
El texto dice que "todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella" (Zacarías 12:3). Esto anticipa un tiempo donde Jerusalén será el centro de atención y oposición global, algo que vemos cada vez más hoy en la diplomacia internacional, en las resoluciones de la ONU, y en el conflicto árabe-israelí.
3. Es una advertencia profética
Dios no solo está hablando del peso político, sino del peso espiritual de Jerusalén. Es la ciudad donde Dios puso Su Nombre, y quien la toca, toca lo que Dios considera sagrado (Zacarías 2:8: “el que os toca, toca la niña de su ojo”). Por eso, quienes intentan destruirla o tomarla por la fuerza, están oponiéndose al plan de Dios.
Apocalipsis 11 menciona a la ciudad en relación con los últimos eventos antes del retorno de Cristo. El monte de los Olivos, justo frente a Jerusalén, es el lugar donde Jesús ascenderá y regresará (Hechos 1:11–12; Zacarías 14:4). Por eso Jerusalén no es solo un punto en el mapa: es un punto en la agenda eterna de Dios. No es solo una ciudad antigua, es un símbolo profético del Reino que ha de venir.
La Biblia nos exhorta:
“Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.” – Salmo 122:6
Amamos a Israel, no por ideología política, sino porque amamos al Dios que la escogió como escenario de Su plan redentor. Donde Él puso Su Nombre, nosotros ponemos nuestras oraciones.
¿Qué dice la profecía?
Jesús habló con claridad sobre los tiempos finales:
“Oiréis de guerras y rumores de guerras... pero aún no es el fin” (Mateo 24:6–8).
Estas señales nos despiertan, nos alertan, nos llaman a vivir vigilantes. Lo que ocurre en Medio Oriente no es el cumplimiento final, pero sí nos recuerda que la historia se encamina hacia un cierre profético. Jerusalén, en muchos sentidos, es el reloj profético de Dios.
Sin caer en especulaciones, entendemos que los "dolores" del presente anuncian el pronto regreso del Príncipe de Paz. Cada conflicto nos recuerda que necesitamos redención... y que esta redención ya ha sido provista en Cristo.
El conflicto con Irán
Irán se ha convertido en un actor clave en el conflicto de Medio Oriente por varias razones históricas y estratégicas. Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán adoptó una postura fuertemente antiisraelí y ha apoyado a grupos militantes en la región que se oponen al Estado de Israel. Su influencia se extiende a través de países vecinos como Siria, Líbano y Gaza, donde respalda movimientos que mantienen la tensión y el enfrentamiento con Jerusalén y sus habitantes.

Este contexto hace que Irán sea visto por muchos como una amenaza directa no solo para Israel, sino para la estabilidad de la región. La rivalidad entre Irán y otros países del Medio Oriente refleja un conflicto que, aunque tiene raíces políticas y militares, también tiene un trasfondo espiritual y profético, pues la Biblia habla de naciones que se opondrán a Israel en los últimos tiempos. Por eso, en medio de esta realidad, como creyentes debemos orar por la paz y la protección divina sobre Israel y toda la región.
La situación actual entre Irán e Israel es sumamente crítica. Hoy, 15 de junio de 2025, ambos países continúan intercambiando ataques militares, marcando el tercer día consecutivo de intensos enfrentamientos.
¿Qué está pasando ahora?
Israel ha lanzado una ofensiva aérea masiva, denominada “Operación León Ascendente”, atacando objetivos en Teherán (capital de Irán y el centro político, económico y militar más importante del país), incluyendo instalaciones nucleares y sitios militares clave.
Los medios de comunicación reportan que Irán ha respondido con al menos 70 misiles balísticos que han alcanzado ciudades israelíes como Haifa, Bat Yam y Tel Aviv, causando al menos 10 muertes y cientos de heridos. Seguramente, mientras escribo estas líneas, estas cifras aumentan.
Objetivos atacados: Israel ha destruido instalaciones nucleares iraníes, incluyendo el Ministerio de Defensa y centros de investigación nuclear. Irán ha atacado refinerías de petróleo y edificios residenciales en Israel.
Estados Unidos ha ayudado a Israel a derribar misiles y drones lanzados por Irán. Esto se llevó a cabo mediante sistemas de defensa aérea, además del despliegue de destructores en el Mediterráneo.
Impacto humanitario: Se estima que más de 240 iraníes han muerto, incluyendo líderes militares, y más de 100,000 personas han huido de Teherán debido a los ataques.
Consecuencias económicas: Los precios del petróleo han aumentado más del 10%, afectando la economía global, y las bolsas de valores han experimentado caídas significativas.
¿Por qué es importante para nosotros?
Este conflicto no solo es una crisis política o militar; es una señal de los tiempos proféticos que la Biblia menciona. Jerusalén, como centro de conflicto, sigue siendo un punto focal en los eventos mundiales. Como creyentes, debemos mantener nuestra mirada en Jesús, orar por la paz de Jerusalén y estar preparados para su venida. La situación actual resalta la importancia de estar atentos a las señales, sin perder de vista nuestra esperanza en el regreso de nuestro Salvador.
Nuestra respuesta como iglesia
¿Cómo respondemos como creyentes?
Con oración: clamando por la paz de Jerusalén y por todos los afectados en la región.
Con discernimiento: entendiendo los tiempos sin dejarnos llevar por el temor ni por la confusión.
Con compasión: oramos por el pueblo judío, por todos afectados en la región, por los cristianos perseguidos, por niños y familias atrapadas en el fuego cruzado.
Y por supuesto, la iglesia y los misioneros en el Medio Oriente siguen siendo la luz en medio de la oscuridad. ¡No dejemos de orar por nuestros hermanos allá!
En medio del conflicto, una esperanza viva
No cabe duda que todo esto aumenta nuestra confianza en la Palabra de Dios. La Biblia no es un libro de relatos antiguos, sino la voz viva de Dios que nos guía y revela la verdad en medio de la historia. Por eso, confiamos en sus promesas, oramos con fe, y esperamos el cumplimiento de Su plan perfecto.
No estamos a la deriva. Dios no ha perdido el control. En Cristo tenemos una esperanza viva, firme, segura. Los hombres planean guerras, pero Dios sigue gobernando. La sangre clama desde la tierra, pero también lo hace la oración y la intercesión de los justos. Jesús, el Príncipe de Paz, vendrá. Y cuando Él reine, no habrá más llanto ni más dolor. Hasta entonces, seguimos orando, creyendo y velando.
Hoy, más que nunca, la iglesia debe volver a orar como lo hizo el salmista:
“Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.” – Salmo 122:6
Como lo compartí esta mañana en Resplandece, aunque como cristianos debemos estar atentos a las señales proféticas (guerras, rumores de guerra, pestes y movimientos geopolíticos), nuestra mirada no debe quedarse allí. El centro de nuestra esperanza no es el anticristo, ni los conflictos, ni el caos, sino Cristo. Él es el Autor y Consumador de nuestra fe. No se trata solo de observar lo que ocurre, sino como lo dijo mi esposa hoy, de estar preparados para su venida, con lámparas encendidas, viviendo en santidad y cumpliendo nuestra misión en la tierra.
Imagina por un momento que el conflicto no estuviera allá, sino aquí… que nuestras ciudades fueran las que están bajo ataque, nuestras familias huyendo, nuestros niños buscando refugio en medio del temor. ¿No desearíamos que otras naciones oraran por nosotros? Así como nosotros esperaríamos compasión, hoy es nuestro llamado a mostrarla. Como cuerpo de Cristo, estamos llamados a orar por la paz de Jerusalén, por la protección de los inocentes y por el cumplimiento del propósito de Dios, aun en medio del caos.
Oremos con sensibilidad y con la Palabra en el corazón. Que Dios nos encuentre orando por la paz, esperando su venida y siendo luz en medio de la oscuridad.
Espero que este artículo haya bendecido tu vida y te haya brindado la perspectiva correcta para ver el conflicto en el Medio Oriente con objetividad y a la vez con amor y compasión.
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