¿Por qué todos los ojos están puestos sobre Israel?
- Fernando Arias
- hace 3 días
- 5 Min. de lectura

Durante las últimas semanas, como Iglesia hemos estado en un estado de alerta espiritual, observando con atención los acontecimientos que se desarrollan en el Medio Oriente y particularmente en Israel. No es para menos. No estamos simplemente ante una serie de eventos geopolíticos: estamos, como ya lo expuse en artículos anteriores, siendo testigos del cumplimiento de profecías que nos recuerdan, con fuerza, que la Biblia no se equivoca. Y en tiempos donde las noticias cambian minuto a minuto, hay algo que permanece firme y confiable: la Palabra de Dios.
Este breve artículo tiene el propósito de llevarnos a reflexionar, con reverencia y expectativa, sobre lo que significa Israel en el escenario mundial, en la historia bíblica y, sobre todo, en el calendario profético de Dios.
1. ¿Por qué todos los ojos están puestos sobre Israel?
Una y otra vez, vemos a Israel ocupar los titulares. Lo que sucede en Jerusalén, Gaza o el norte del país provoca reacciones en Washington, Moscú o Teherán. Líderes del mundo se pronuncian, economías tiemblan, y las naciones se polarizan. ¿Por qué?
La respuesta no es solo política, es espiritual. Desde tiempos bíblicos, Israel ha sido el centro del plan redentor de Dios para la humanidad. Es en esa tierra donde Dios llamó a Abraham. Es ahí donde nacieron los patriarcas, donde Moisés condujo al pueblo hacia la promesa, donde David reinó, donde los profetas hablaron, donde Jesús vivió, murió y resucitó, y donde regresará. Lo que sucede en Israel no es casualidad. Es cumplimiento.
2. Israel en la historia profética: promesas cumplidas con exactitud
Uno de los aspectos más asombrosos de la Biblia es la exactitud con que ha anticipado los eventos que hoy estamos viviendo. El profeta Ezequiel, por ejemplo, habló del regreso del pueblo judío a su tierra después de siglos de dispersión:
“Y los recogeré de todas partes, y los traeré a su propia tierra; y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel…”(Ezequiel 37:21–22)
Esto se cumplió en 1948 cuando, después de casi 2,000 años de exilio, Israel fue restablecido como nación. Fue un evento sin precedentes. Ningún pueblo en la historia ha sido dispersado por tanto tiempo y luego ha vuelto a su idioma, su tierra y su identidad nacional.
Isaías 66:8 lo había anunciado con una impresionante precisión:
“¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos.”
Y eso fue lo que ocurrió: el 14 de mayo de 1948, en un solo día, Israel fue declarado oficialmente como Estado. El cumplimiento fue literal, como todo lo que Dios promete.
3. Jerusalén: la piedra pesada de Zacarías
Uno de los textos más relevantes para entender el momento actual está en Zacarías 12:
“He aquí, yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor... y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados...”(Zacarías 12:2–3)
El conflicto por Jerusalén no es nuevo, pero se intensifica con cada año que pasa. La ciudad santa es reclamada por diferentes credos y pueblos, pero la Biblia deja claro que pertenece al propósito eterno de Dios. Quienes intentan dividirla o controlarla fuera del plan divino, se enfrentan a consecuencias serias. Y lo estamos viendo.
4. El regreso de Jesús y el rol de Israel
Jesús mismo usó la imagen de la higuera (símbolo de Israel, por cierto) para hablarnos del tiempo del fin:
“De la higuera aprended la parábola… cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.”(Mateo 24:32–33)
¿Qué cosas? Entre otras, el regreso de Israel como nación, la multiplicación de guerras y rumores de guerra, el alineamiento de naciones hostiles en el norte (como Irán, Siria, Rusia), y el surgimiento de una opinión global cada vez más contraria a Israel. Todo esto señala una cosa: Cristo está por venir.
5. No es tiempo de temer, sino de estar atentos
El propósito de estas señales no es asustarnos, sino despertarnos. El apóstol Pablo dijo claramente:
“Mas acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como ladrón en la noche… pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas…”(1 Tesalonicenses 5:1–4)
Como Iglesia, no estamos en tinieblas. Tenemos la luz profética de la Palabra. Por eso no entramos en pánico, sino en oración. No respondemos con confusión, sino con santidad. Es tiempo de vivir a la luz de la eternidad.
El salmista nos exhorta:
“Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.”(Salmo 122:6)
¿Es el Israel moderno el mismo de la Biblia?
Es válido y comprensible que algunos se pregunten si el Israel del año 2025, con su estructura política, sus tensiones internas y su sistema de gobierno moderno, es realmente el mismo Israel del que hablan las Escrituras. A primera vista, puede parecer que no. El Israel bíblico era una teocracia; el de hoy es una democracia parlamentaria. Aquel era una nación guiada por profetas y sacerdotes; este es gobernado por políticos y fuerzas militares. Sin embargo, a pesar de las diferencias estructurales y culturales, el plan de Dios sigue firme, y Su Palabra permanece inmutable.
Lo que las profecías bíblicas anuncian no es solamente un Israel espiritual o simbólico, sino un Israel que existiría en los tiempos del fin. Por eso, era necesario que esa nación volviera a la tierra prometida, hablara nuevamente su lengua ancestral, y fuera protagonista de los eventos finales. El regreso del pueblo judío a su tierra, el resurgir del hebreo como idioma oficial, y la restauración del Estado de Israel no son casualidades históricas: son parte del cumplimiento profético que prepara el escenario para la segunda venida de Cristo.
Dios no improvisa. Él no cambió de pueblo, ni de propósito. El Israel moderno, con todas sus complejidades, sigue siendo el reloj profético de Dios y el escenario físico donde se desarrollarán las últimas páginas de la historia.
Amamos a Israel porque Dios lo ama. Oramos por su paz, por la protección de sus habitantes, por el avivamiento espiritual del pueblo judío, y también por aquellos que sufren alrededor. No tomamos partido político: tomamos partido espiritual. Estamos del lado de lo que Dios ha establecido.
Velemos y oremos y maravillémonos de la fidelidad de Dios
Todo lo que está ocurriendo confirma una sola verdad: Dios no miente. Las profecías no fallan. La Biblia es más actual que el periódico de mañana. Y cada evento en Medio Oriente nos recuerda que nuestro Redentor vive… y viene pronto. Que estos tiempos nos despierten, nos animen y hagan volver a la Palabra con más pasión que nunca.
Entiende y lee bien esto: no estás viendo solo conflictos, estás viendo señales. No estás viendo caos: estás viendo cumplimiento. Y si las profecías pasadas se cumplieron con exactitud, también se cumplirá aquella gloriosa promesa:
“Y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes, con gran poder y gloria.” (Marcos 13:26)
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Gracias por acompañarme en esta reflexión. Si este artículo te edificó, te invito a recorrer mi blog, donde encontrarás más estudios, artículos y reflexiones en torno a Israel, el Medio Oriente y los tiempos finales.
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