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¿Caducan las Promesas de Dios?

  • Foto del escritor: Fernando Arias
    Fernando Arias
  • hace 13 minutos
  • 4 Min. de lectura

Aplicando hoy lo que Dios prometió hace miles de años.

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Este artículo lo he escrito con una dinámica diferente: menos narrativa y más práctica, pensando en ti que lo lees y que quizá te preguntas si las promesas del Antiguo Testamento todavía tienen vigencia hoy. Mi intención no es confundirte ni abrumarte con teología compleja; al contrario, busco que encuentres respuestas claras y aplicables, que te ayuden a abrir los ojos y a descansar en el Señor, confiando en que Él sigue hablando, guiando y cumpliendo su palabra en nuestra vida hoy.

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Una de las discusiones más antiguas y, a la vez, más actuales dentro de la teología cristiana es la siguiente: ¿Siguen vigentes las promesas que Dios dio en el Antiguo Testamento, o quedaron limitadas al pueblo de Israel y a su momento histórico?

Para algunos, esas promesas son únicamente documentos del pasado, textos que debemos interpretar en su literalidad histórica, sin pretender que tengan aplicación en nuestra vida. Para otros, en el extremo opuesto, cada versículo puede aplicarse de forma mágica y sin contexto, como si se tratara de un amuleto espiritual. Personalmente, creo que ninguno de los dos caminos es correcto. Estoy convencido de que la Palabra de Dios no caduca, porque su naturaleza es eterna. Si decimos que la Biblia expira, estaríamos poniéndole un alto a la eternidad misma y reduciendo al Dios vivo a un Dios de museo.

Las promesas en su contexto original
Es cierto que muchas promesas del Antiguo Testamento fueron dadas en contextos específicos:

  • Isaías 43:19 se dirige a un pueblo en exilio, que anhelaba restauración.
  • Jeremías 29:11 fue escrito a cautivos en Babilonia, asegurándoles que el plan de Dios seguía firme a pesar de la crisis.
  • Ezequiel 36 habla de la restauración de Israel después de la dispersión.

Estos textos tienen un valor histórico real y fueron primero una palabra dirigida al Israel de la época. Negar eso sería ignorar la fidelidad de Dios a su pueblo a lo largo de la historia.

El cumplimiento en Cristo
Pero allí no termina la historia. El apóstol Pablo nos da la clave en 2 Corintios 1:20:"Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios." Esto significa que el cumplimiento último de todas esas promesas está en Cristo. Él es el eje que conecta las palabras dadas hace miles de años con nuestra vida hoy.

  • Isaías habló de aguas en el desierto, y en Cristo tenemos ríos de agua viva en el Espíritu.
  • Jeremías aseguró planes de bien, y en Cristo descubrimos la esperanza de una vida abundante.
  • David cantó que Jehová es su pastor, y en Cristo conocemos al Buen Pastor que dio su vida por las ovejas.

Jesús es el puente eterno que hace que una promesa dada en el 600 a.C. pueda tener sentido y poder en el 2025.

Cómo aplicar las promesas hoy
Aquí es donde está el equilibrio:

  • No se trata de tomar cada versículo como si fuera una carta escrita personalmente a mí.
  • Pero tampoco de descartarlo como un simple recuerdo arqueológico.

El camino correcto es discernir cómo esa promesa revela el carácter de Dios y cómo ese carácter sigue siendo vigente en Cristo para nosotros.

¿Cómo lo puedo poner en práctica?
  • Si Isaías 43:19 habla de caminos en el desierto, yo puedo creer que Dios abrirá caminos en mis situaciones imposibles, porque su naturaleza es hacer nuevas todas las cosas.
  • Si Jeremías 29:11 aseguraba planes de bien para cautivos, yo puedo confiar en que el mismo Dios que no se olvidó de ellos tampoco me ha olvidado a mí.
  • Si el Salmo 23 proclamaba confianza en medio de la angustia, yo puedo caminar hoy en la certeza de que no estoy solo cuando camino los valles de sombra.

Un error común: literalidad vs. aplicación espiritual
El error está en los extremos:

  • Reducir la Biblia a historia antigua, como si fuera solo literatura cultural.
  • Aplicarla sin discernimiento, como si cada palabra fuera un decreto directo a mi situación sin mediación alguna.

La verdad está en el medio: la Biblia es histórica, pero también eterna. Es palabra viva. Su literalidad se respeta, pero su aplicación se descubre en Cristo. La Biblia no es un libro que caduca ni expira. Si así fuera, Dios mismo dejaría de hablar. La Palabra de Dios sigue siendo viva y eficaz porque su Autor es eterno. Y es precisamente por esta convicción que en Resplandece hemos fundado este año nuestra Escuela Bíblica. No buscamos encerrar a las personas en una teología rígida que limite la voz del Espíritu, sino abrir un espacio donde la Palabra sea comprendida con claridad y aplicada con sensibilidad espiritual. Creemos que la mayor riqueza de las Escrituras no es solo el dato histórico o la exégesis técnica, sino la vida que transmiten a quienes las reciben con fe. Por eso, enseñamos la Biblia como un texto vivo, eterno y vigente, que en Cristo encuentra su plenitud y que hoy sigue iluminando los caminos de cada creyente.

Sí, hay que estudiar el contexto. Sí, debemos evitar usar las Escrituras como frases sueltas para el positivismo moderno. Pero también debemos afirmar con convicción que las promesas de Dios siguen siendo reales para los que estamos en Cristo y Él en nosotros.

Hoy, en 2025, esas mismas palabras que sostuvieron al pueblo de Israel en sus desiertos, cautiverios y crisis, pueden sostenerte a ti y a mí. Porque Dios sigue siendo el mismo, ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8).

Amén.

 
 
 

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