Cuando no sabemos qué Hacer ni qué pensar
- Fernando Arias
- hace 35 minutos
- 3 Min. de lectura
Lucas 24 describe a las mujeres caminando al amanecer hacia la tumba de Jesús. No iban con expectativas de resurrección. Iban con perfumes, con dolor, con preguntas, con un corazón desgastado. La tumba, en términos de la serie "Tiempos" que he estado predicando recientemente, representa el final del tiempo humano, el límite donde nuestras fuerzas ya no alcanzan. Es el punto donde solo Dios puede intervenir. Allí termina el tiempo del hombre y empieza el tiempo eterno de Dios.

La Palabra dice que al entrar en la tumba no encontraron el cuerpo del Señor. Y añade que no sabían qué hacer ni qué pensar (TLA). Todos atravesamos momentos así, circunstancias que interrumpen nuestra realidad y nos dejan sin dirección. La vida tiene episodios que descolocan y fragmentan nuestra seguridad. En esos instantes las decisiones se vuelven confusas y los pensamientos se nublan.
Las crisis producen amnesia espiritual. Lo que un día escuchamos con convicción se pierde entre el peso del dolor. Eso les ocurrió a las mujeres. Habían escuchado a Jesús durante años, oyeron sus profecías sobre la muerte y la resurrección, pero la aflicción nubló lo aprendido. Lo mismo nos pasa a todos. No dejamos de creer porque no hay verdad, sino porque la realidad golpea con fuerza. Los momentos difíciles encarcelan la fe y ahogan la memoria emocional. Enterramos en silencio lo que Dios ya había dicho.
En esa confusión se presentaron dos hombres con vestiduras resplandecientes. Su mensaje abrió una grieta en la oscuridad del pensamiento. "¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?" Y luego añadieron una orden que reveló toda la misericordia de Dios. "Recuerden lo que Él les dijo." Antes de mostrarles la tumba vacía, antes de permitirles ver con sus ojos lo que Dios había hecho, primero resucitaron la memoria que el sufrimiento había sepultado.
Dios sigue obrando así. Cuando la mente se pierde y el corazón se satura de incertidumbre, el Señor trae a la memoria sus promesas. Nos recuerda lo que escuchamos en otros tiempos, cuando no había tormenta y el alma estaba más abierta. Entiende bien esto: no podemos recordar lo que nuestros sentidos nunca han percibido. Por eso es vital conocer las promesas de Dios por medio de su Palabra. Aquello que nunca hemos recibido, jamás podrá regresar a nuestra memoria en los días oscuros.
Lucas 24:8 afirma que ellas recordaron esas palabras. La memoria espiritual resucitó. Y cuando la mente despertó, también despertó su propósito. Versos después se dice que salieron de aquel lugar. Recordar lo que Dios dijo no solo consuela, también nos impulsa. Cuando la Palabra encuentra espacio en la conciencia, la parálisis se rompe. La tumba deja de ser destino y vuelve a ser punto de partida.
Quiero hacerte una pregunta: ¿qué promesa se apagó en tu interior por la espera o por el dolor? Quizás algo que Dios habló en otro tiempo se perdió entre silencios y cansancio. Tal vez creíste que era el final, que el tiempo se había agotado, que no había vuelta atrás. Sin embargo, en la resurrección de Jesús, Dios nos recuerda que Su tiempo empieza cuando el nuestro termina. Nada queda definitivo mientras Él tenga la última palabra.
Así que, cuando Dios habla, la mente resucita. Y cuando la mente resucita, también lo hace la esperanza. Este pasaje (que te invito a leerlo completo en tu Biblia) no solo narra un hecho, también revela un modo en que Dios sigue obrando hoy. Entra en nuestra confusión, confronta nuestra amnesia espiritual y abre de nuevo nuestra memoria a su voz.
Te invito a escuchar el Podcast completo aquí: https://youtu.be/68HT7ojZ1MU?si=Nib_lwVJdIpWLwyk se titula "La Hora de Dios".



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