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¿Cómo sabes que eres llamado a ser pastor?

  • Foto del escritor: Fernando Arias
    Fernando Arias
  • 6 nov
  • 3 Min. de lectura
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¿Cómo sabes que eres llamado a ser pastor? Esa es una de las preguntas que más escucho. Algunos la hacen por curiosidad, otros porque sienten un llamado y buscan confirmación. La respuesta corta es sencilla: porque Dios te llama. Pero detrás de esa respuesta, hay todo un proceso.

Hay una enseñanza que suelo compartir en la iglesia, basada en la historia de David. Cuando el profeta Samuel llegó a ungir al nuevo rey de Israel, no fue David quien estaba en la fila. Era el hermano menor, el que ni siquiera fue invitado a la visita del profeta. Pasaron todos sus hermanos, pero ninguno fue escogido hasta que Samuel preguntó si faltaba alguien. Entonces Isaí, su padre, mencionó que quedaba el menor, el que cuidaba las ovejas. Samuel mandó a traerlo, y dijo que no se sentarían a la mesa hasta que él llegara.

David llegó tal como estaba, sin tiempo de asearse ni perfumarse como sus hermanos. Seguramente entró oliendo a su oficio: olía a oveja.

Ahí comenzó algo, pero su reinado no empezó ese día. Fue un proceso largo, difícil, lleno de batallas, desiertos y aprendizajes que lo formarían para reinar conforme al corazón de Dios, porque el llamado comienza mucho antes del reconocimiento. Lo mismo vemos en los evangelios. Los discípulos antes de ser enviados como apóstoles pasaron tiempo con Jesús. Un verdadero discípulo pasa tanto tiempo con Cristo que termina pareciéndose a Él, hablando como Él, caminando como Él… y hasta "oliendo" a Él.

No hay atajos para el llamado. Ningún esfuerzo humano puede apurar los tiempos de Dios. El llamado es un proceso.
¿Tiene algo que ver el legado o la descendencia? Sí, tiene su lugar. Desde Abraham, Dios estableció linajes y familias que servirían en su obra. Pero eso no significa que alguien no pueda ser llamado si sus padres no lo fueron. El llamado puede comenzar contigo. Si es así, Dios te invitará, como a Abraham, a mirar hacia el futuro, a ver las “estrellas del cielo” y entender que tus decisiones de hoy marcarán tu descendencia espiritual mañana. Por eso, el llamado pastoral implica una gran responsabilidad.

Vivimos tiempos en que muchos asocian el pastorado con liderazgo, reconocimiento o influencia pública, pero su origen está lejos de eso. El siglo XX trajo un gran avivamiento a la Iglesia, lleno de bendiciones y cumplimiento de promesas. Sin embargo, también surgió una cultura de admiración que, a veces, confundió el llamado pastoral con prestigio. Cuando volvemos a las Escrituras, vemos que el servicio levítico y el ministerio pastoral siempre fueron sinónimos de entrega, sacrificio y obediencia, no de lujo ni fama. Es cierto que hay casos visibles que empañan la imagen pastoral, pero la mayoría de los pastores viven con sencillez, muchos sosteniendo a sus familias con trabajos seculares además de su ministerio. El pastorado es una labor sacrificada, no un experimento de “a ver si funciona”. Es un llamado irrevocable.

Si tú deseas entender por qué un ministro de Dios hace lo que hace, acércate a uno. Escucharás historias de fe, logros y también desilusiones. Verás a un hombre que ha sacrificado mucho por amor a Dios y a las almas. Por eso, el pastorado merece honra y respeto, no por su posición, sino por lo que representa en obediencia, esfuerzo y perseverancia.

Finalmente, solo Dios puede llamar y confirmar un llamado. Él pondrá las personas correctas en el tiempo y lugar correctos para afirmarlo. Y recuerda: no necesitas un título para hacer lo que hace un pastor. Si amas, cuidas y sirves al rebaño donde estás, ya estás ejerciendo el corazón de un pastor. El llamado comienza con tu intimidad con Dios, con guardar su Palabra y servir al cuerpo de Cristo con sinceridad. Porque si no puedes pastorearte a ti mismo y tu casa, difícilmente podrás hacerlo con otros.

Si deseas conocer mi historia completa, te animo a leerla en mi libro corto descargable, donde comparto mi experiencia personal. Tal vez te interese, o tal vez no, pero lo importante es que comprendas que cada persona que sirve en el reino de Dios tiene una historia que contar y un testimonio que compartir. Su proceso puede ser de bendición para ti, incluso si tu función no es ejercer el oficio pastoral al frente de una iglesia o ministerio. Lo que sí logrará, sin duda, es fortalecer tu fe y ampliar tu comprensión sobre la profundidad de un llamado que nace en lo secreto mucho antes de manifestarse en lo público.

Acá mi historia y la página donde podrás descargar el libro digital:


 
 
 

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