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Cuando Dios dice: “Sea la luz” | ¿Qué es lo que pasa cuando en el corazón humano no existe Jesús?

  • Foto del escritor: Fernando Arias
    Fernando Arias
  • 6 abr
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 12 abr


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Hace un tiempo tomé la decisión de abrirles una cuenta de Instagram a mis hijos. Mi intención era acompañarlos y enseñarles cómo usar esa herramienta con responsabilidad. Además, estaban por emprender un memorable viaje y quería que pudieran compartir esa linda experiencia con nosotros y que quedara en sus redes sociales para siempre. Sin embargo, al momento de crear la primera cuenta (la de mi hijo Fernando) lo que encontré en la sección de búsqueda me dejó preocupado: sin haber seguido a nadie aún, aparecieron imágenes oscuras, desagradables e incluso macabras. Como el algoritmo no tenía referencias, simplemente les ofreció lo que el mundo tiene por defecto.


Ese momento me llevó a una profunda reflexión espiritual. Me hizo pensar en lo que ocurre cuando el corazón humano no está lleno de Dios: queda expuesto a la oscuridad, al desorden, al vacío. Así como esas cuentas nuevas no tenían dirección ni contenido seleccionado, muchas vidas hoy están a la deriva, consumiendo todo lo que el mundo lanza por defecto. Y no nos engañemos: lo que el mundo ofrece sin filtros es confuso, perturbador, y muy lejos de la verdad y la vida que Dios quiere para nosotros.


Pero entonces hice algo sencillo. Desde sus cuentas comencé a seguir algunos perfiles con propósito: el mío, el de mi esposa, el de nuestra iglesia, y páginas que comparten contenido cristiano y edificante. En apenas 24 horas, todo cambió. La cuenta se llenó de luz. Aquello que era oscuro y sombrío fue desplazado por imágenes de esperanza, versículos, alabanzas y mensajes de fe.


La luz tiene poder

Ese cambio tan notorio me recordó lo que enseñé esta mañana en la prédica: El Corazón Humano, sin Dios. En Génesis 1, se nos describe el estado original de la tierra como "desordenada y vacía", con tinieblas sobre la faz del abismo. Y justo ahí, en ese escenario de caos y oscuridad, Dios intervino. ¿Y qué fue lo primero que dijo? “Sea la luz.” Y la luz fue. No como una sugerencia, sino como una orden de Dios. La luz no se mezcla con la oscuridad. No negocia con las tinieblas. Simplemente las desplaza.


Así es cuando Dios llega a nuestras vidas. Su luz no solo alumbra, sino que también ordena lo desordenado, llena lo vacío, y expulsa lo que no puede convivir con su santidad. Esa misma palabra creativa que formó el universo sigue teniendo poder para transformar y llenar nuestros corazones. Cada día nos levantamos y tomamos decisiones sobre lo que permitimos que entre en nuestra mente y nuestro corazón. Si no somos intencionales, el “algoritmo” de este mundo nos saturará con su contenido por defecto. Y créeme, ese contenido no está diseñado para llenar y edificar el alma.


Por eso, como hijos de Dios, debemos elegir bien qué pensamientos cultivamos, qué imágenes alimentan nuestro espíritu, y qué verdades sostenemos en medio de tanta confusión. Porque el corazón humano sin Dios es oscuro. Pero cuando Él entra, cuando su Palabra resuena en nuestra vida, una nueva creación comienza. Todo cambia.


“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2a Corintios 4:6)


Mi oración es que cada uno de nosotros pueda hacer espacio en su vida para que Dios diga una vez más: “Sea la luz.” Y que al igual que en la creación, esa luz marque el inicio de una vida nueva, un tiempo nuevo... un corazón nuevo.


 
 
 

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