Ir a la iglesia o ser la iglesia: asistencia y participación activa en la iglesia de hoy
- Fernando Arias
- 6 nov
- 6 Min. de lectura
Este artículo y estudio está dirigido a todo ministerio de Dios, a pastores, líderes, servidores y creyentes comprometidos, así como a toda persona interesada en comprender la importancia de la asistencia constante y la participación activa en la iglesia local. En tiempos donde la fe se enfrenta a la distracción, el individualismo y la comodidad espiritual, es vital reflexionar con profundidad sobre el llamado bíblico a congregarnos, no solo como una costumbre religiosa, sino como una expresión viva de nuestra identidad en Cristo y de nuestra responsabilidad con el cuerpo del cual formamos parte.

Vivimos tiempos complejos. En la serie "Tiempos" estamos llamados a reconocer la voz de Dios en medio del cambio, la incertidumbre y la búsqueda de significado. En este contexto quisiera alzar una voz de preocupación, que sé que muchos pastores comparten: la asistencia a los servicios dominicales y la pertenencia activa en muchas iglesias está por debajo de lo que debiera ser para una comunidad viva en Cristo.
Por ejemplo, si una familia asistiera a los servicios dominicales de la iglesia 50 veces al año (asumiendo un culto semanal), eso representaría apenas el 14 % de los 365 días del año. Pero más allá del cálculo, la clave es: ¿cuántas veces estamos realmente presentes como parte del cuerpo de Cristo, y cuántas veces “dejamos que la iglesia pase” sin que nosotros participemos como miembros activos?
Este artículo ofrece primero algunos datos cuantitativos sobre la realidad de la participación en la iglesia, luego una reflexión teológica sobre por qué congregarnos importa (y más aún ser miembros activos), y finalmente una aplicación práctica para invitarnos al “paso” que Cristo nos llama a dar.
Realidad actual – datos para mirar con claridad
A continuación algunos datos relevantes, principalmente en el contexto de los Estados Unidos, que bien pueden ofrecernos analogías o alertas ya que lamentablemente son escasos los estudios que se han llevado en latinoamérica.
Un reciente estudio del Pew Research Center informa que aproximadamente un tercio de los adultos estadounidenses dicen que asisten a servicios religiosos en persona al menos una vez al mes; específicamente, el 25 % dicen que van al menos una vez a la semana. Statista+3Pew Research Center+3Pew Research Center+3
En esa misma investigación se indica que 67% dicen participar en servicios (en persona) “unas pocas veces al año o menos” (es decir, poca frecuencia). Pew Research Center
En un análisis de tendencias de la firma Gallup, se señala que en el periodo 2000-2003 cerca del 42 % de los adultos reportaron asistir religiosamente cada semana o casi cada semana; para el periodo 2021-2023 (después del confinamiento del COVID-19), esa cifra cae al 30 %. Gallup.com+1.
Sobre membresía: según Gallup, en 2020 solo el 47 % de los adultos estadounidenses decían pertenecer a una iglesia, sinagoga o mezquita. Esto representa la primera vez en ochenta años que bajó de la mayoría. Gallup.com
En cuanto a participación activa en congregaciones (más que asistir solamente): un estudio del Pew señaló, respecto de los miembros de la Assemblies of God, que el 50 % de sus asistentes se consideraban “altamente involucrados” en la vida de la congregación (basado en tres categorías: membresía, frecuencia de asistencia, participación en grupos pequeños) news.ag.org
Datos adicionales del Instituto Hartford Institute for Religion Research señalan que en EE. UU. se estima que entre 10% y 20% de la población asiste a la iglesia cada fin de semana.
Estos datos muestran una tendencia preocupante: no solo baja la frecuencia de asistencia, sino que la membresía o la identidad como congregante activo también están en descenso o al menos evidencian una desconexión mayor. Si llevamos estos datos al contexto latinoamericano o guatemalteco, podrían variar, pero la tendencia global de secularización, dispersión y menor compromiso es real.
Por qué congregarnos y más aún ser miembros activos
La Escritura subraya repetidamente la necesidad de que el creyente participe de la comunidad de fe. Por ejemplo:
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:24-25)
También Jesús dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20)
Estos pasajes muestran que no se trata solo de “yo y Dios” en lo privado, sino de “nosotros en Cristo”, como cuerpo. La iglesia local es la manifestación terrenal de ese “nosotros”.
En La epístola a los Efesios (4:11-16) el apóstol Pablo presenta la iglesia como cuerpo sano, en el cual cada miembro tiene parte: “El que habla, como oráculo de Dios… todo, para que el cuerpo crezca… según la actividad propia de cada miembro… para que no seamos niños fluctuantes…”. Participar no es opcional: cada uno tiene un don, una función, y el cuerpo necesita integridad, comunión, madurez. Si la asistencia se limita a “estar en la butaca, silla o banca”, sin implicación, sin aportación, sin rendir cuentas (hermandad, servicio, discipulado), entonces la iglesia pierde dinamismo, la comunión se empobrece y el mensaje del evangelio puede quedar como algo pasivo o cultural.
El creyente que solo asiste una vez por semana (o menos) sin participar, sin integrarse, sin servir, está perdiendo la dimensión bíblica del discipulado. Jesús dijo: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1 Corintios 12:27). No se trata simplemente de “ir a iglesia”, sino de “ser iglesia”. La baja asistencia, la baja membresía activa, el “yo voy cuando puedo” o “estoy en la banca pero no me involucro” es un síntoma de una cultura individualista del cristianismo. Pero el evangelio es comunión, corresponsabilidad, rendición de cuentas, servicio, testimonio conjunto.
La iglesia local también es testigo. Si el mundo ve una comunidad comprometida, eso da credibilidad al evangelio. Jesús oró: “para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21) en la unidad de sus seguidores. Una iglesia con baja asistencia, con miembros pasivos, difícilmente podrá impactar su comunidad o país, atraer nuevos discípulos o cumplir la Gran Comisión.
Aplicación para nuestra congregación y llamado a la acción
¿Qué podemos hacer para tomar acción?
Admitamos sin autoengaño: si solo 25-30 % de los adultos asisten regularmente, eso es una señal. No se trata de condenar, sino de evaluar: ¿por qué tantos creyentes no están presentes? ¿Qué impide que sean miembros activos?
Con un aproximado de 50 servicios o cultos al año ( un 14% de los días del año) asistir un domingo es solo una parte menor del todo de nuestra vida con Cristo y en comunidad. Si vamos solo “cuando tenemos tiempo” o “cuando nos conviene”, estamos perdiendo dimensión.
Debemos promover pertenencia activa (más que solo asistencia dominical).
Invitemos a los creyentes a dar un paso más: no basta con llegar al culto, sino integrarse, orar con otros, servir en un ministerio, hacer vida o comunión entre semana, etc.
Ser “miembro” no es sólo tener una ficha o silla reservada en la iglesia, sino participar: “estar conectado, sostener, edificar, ser edificado”.
Podemos motivar al Cuerpo de Cristo con el ejemplo de la iglesia primitiva: “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). Esa era vida de comunidad activa, te invito a leerlo en tu Biblia.
Cuando la comunidad ve personas participando, compartiendo vida, sirviendo, entonces se convierte en un “lugar” que invita. Así que hagamos todo lo posible por inspirar a las personas a involucrarse y ser parte de las actividades del ministerio, no importando su tamaño.
Conectarlo con el mandato de evangelio vivo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Parte de la verdad del evangelio es la comunión fraterna y la vida compartida.
En estos tiempos, la invitación de Cristo es más urgente que nunca. No podemos conformarnos con una iglesia de espectadores. Necesitamos una iglesia de participantes, de discípulos que se comprometen, que se congregan, que sirven, que pertenecen.
Si seguimos en la lógica de “yo voy cuando puedo” o de “estoy en la banca pero no me involucro”, corremos el riesgo de ver cómo la comunidad pierde su vigor, la misión se atenúa, el testimonio se apaga. Pero si decidimos juntos dar un paso de fidelidad, compromiso y acción, podemos ver una renovación en la congregación, un florecimiento del Reino de Dios en medio de nuestro contexto.
Te invito a que no solo asistas al culto o servicio de tu iglesia, sino que digas: “yo soy parte activa de este ministerio y juntos haremos la obra a que Cristo nos llamó”.
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