Cubiertos con la Sangre de Cristo | ¿De dónde proviene la expresión?
- Fernando Arias
- 25 oct
- 4 Min. de lectura

En el lenguaje cristiano, solemos decir con convicción: “Nos cubrimos con la sangre de Cristo.” Aunque esta frase no aparece de forma literal en la Biblia, encierra una verdad profundamente bíblica y espiritual. No se trata de una invención moderna ni de un ritual simbólico sin fundamento, sino de una manera devocional de expresar nuestra fe en la obra redentora de Jesús, el Cordero de Dios.
Un recuerdo de infancia y una curiosidad espiritual
Recuerdo que, en mi infancia, escuché muchas veces esta expresión en la iglesia. En más de una ocasión, prefería quedarme con mis padres en el culto principal en lugar de ir a la escuela bíblica dominical. Y aunque en otro momento hablaré de lo que eso significó para mi vida, debo confesar que también representó ciertos peligros, porque escuchaba cosas que, siendo niño, no siempre lograba comprender. Yo era una persona muy gráfica y tendía a interpretar las cosas de manera literal.
Esta expresión, “cubrirnos con la sangre de Cristo”, fue una de esas frases que despertaron mi curiosidad. Con el tiempo, me di a la tarea de aprender su significado, buscando entender de dónde provenía y por qué los creyentes la repetían con tanta convicción.
Muchos de los que leen estas líneas seguramente se identificarán con esto. Nacimos o crecimos en un ambiente cristiano, pero en una época en la que no existían los recursos inmediatos del internet para investigar nuestras dudas. Aprendíamos lo que recibíamos por herencia, de nuestros padres o de lo que escuchábamos predicar en la iglesia. Con el paso del tiempo, descubrimos que muchas de esas expresiones estaban llenas de una verdad más profunda de la que entonces podíamos comprender.
La sangre que cubre y protege
Desde las primeras páginas de la Biblia, la sangre aparece como un elemento central en la relación entre Dios y el hombre. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea kaphar significa “cubrir” o “expiar”. De allí proviene el término “Yom Kippur”, el Día de la Expiación, cuando el sumo sacerdote rociaba la sangre del sacrificio sobre el propiciatorio, cubriendo los pecados del pueblo ante la presencia de Dios (Levítico 16).
Esa sangre era, por supuesto, representativa. Señalaba que alguien había pagado el precio que la justicia divina demandaba. Cada gota derramada sobre el altar era una proclamación silenciosa de misericordia: “la vida de uno es ofrecida por la vida de otro.” Aquella cobertura simbolizaba protección y reconciliación con Dios.
La Pascua: un símbolo de redención
Cuando Dios libertó al pueblo de Israel, ordenó que cada familia sacrificara un cordero y untara su sangre en los dinteles de las casas. La sangre sería la señal del pacto y la protección divina. El Señor dijo: “Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre, y pasaré de vosotros.” Éxodo 12:13
La casa cubierta por la sangre era preservada del juicio. Ese acto profético anticipaba la obra suprema de Cristo, quien siglos después se ofrecería como el verdadero Cordero pascual. Su sangre no se aplica sobre una puerta física, sino sobre el corazón de quien ha sido perdonado por la fe.
La sangre del Nuevo Pacto
Jesús no derramó su sangre como un símbolo, sino como el cumplimiento de toda figura. En la cruz, Él estableció un nuevo pacto entre Dios y los hombres. Por eso Hebreos declara: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo. Hebreos 10:19
Su sangre no solo cubre, sino que también purifica. Ya no es un sacrificio repetido, sino uno perfecto y eterno. En Cristo, no solo somos perdonados, sino somos protegidos del poder del enemigo.
Por eso la Iglesia, a lo largo de los siglos, adoptó la expresión “cubrirnos con la sangre de Cristo” para referirse a la seguridad espiritual que brota de su sacrificio en la cruz. No se trata de una frase supersticiosa, sino de una confesión de fe: reconocemos que nuestra vida está bajo el amparo de la redención que Jesús consumó.
Cubrirnos con la sangre: una actitud de fe
Así que, cuando decimos: “Me cubro con la sangre de Cristo”, no estamos usando una fórmula mística. Estamos proclamando que dependemos totalmente del sacrificio del Señor. Es una forma de afirmar que ya no vivimos confiando en nuestra fuerza, ni en nuestra justicia, sino en el mérito del que nos amó y se entregó por nosotros.
En momentos de prueba o tentación, esa confesión nos recuerda que el enemigo no puede traspasar la frontera de la redención. Apocalipsis 12:11 nos dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de su testimonio.”
Vivir bajo la cobertura del Cordero
Cada vez que el creyente declara esta verdad, afirma su identidad: “He sido perdonado, limpio y guardado por la sangre del Hijo de Dios.” Y cada vez que lo recuerda en oración, renueva su confianza en el poder del Dios.
Hace muchos años escuché el testimonio de una persona que pronunció esas palabras en medio de un asalto aquí en la Ciudad de Guatemala. Mientras estaba a punta de pistola, dijo: “La sangre de Cristo”, y luego hizo una oración. El asaltante huyó. No comparto esa historia como una fórmula mágica, sino como un ejemplo de cómo, en medio de circunstancias difíciles o peligrosas, recordar que Él nos guarda puede hacer una enorme diferencia.