Desenmascarando la vida espiritualidad ficticia
- Fernando Arias
- 2 ago 2024
- 4 Min. de lectura

Vivimos en una era donde las redes sociales, las películas y las series de televisión pintan una vida idealizada que rara vez se asemeja a la realidad. Las mañanas perfectas, los desayunos exuberantes que apenas se tocan, y las rutinas aparentemente sin estrés de los personajes en la pantalla crean una imagen de una vida impecable y exitosa. Este fenómeno puede afectar nuestras expectativas sobre la vida diaria, sino que también puede influir en nuestra espiritualidad.
La Trampa
A veces, las plataformas sociales y los medios de comunicación nos proyectan vidas perfectas y logros inalcanzables, lo que puede generar una presión indebida sobre nosotros para intentar emular esos estándares. Cuando vemos las vidas aparentemente impecables de otros, tanto en términos materiales como espirituales, podemos sentirnos inadecuados y hasta desvalorizados. Esta presión puede llevarnos a aspirar niveles ficticios de éxito y espiritualidad que no reflejan la autenticidad de una vida en comunión con Dios.
La Espiritualidad Ficticia
En las redes sociales, incluso aquellos que se presentan como influyentes religiosos pueden contribuir a esta imagen irreal. En ocasiones, nos comparten una espiritualidad aparentemente sin fallos, llena de momentos de devoción perfectamente fotografiados y testimonios sin manchas donde el heroísmo se apodera del ego y la vanidad. Esto puede hacernos sentir que nuestras propias luchas e imperfecciones nos hacen menos dignos delante de Dios. No quiero decir que compartir sobre la fe en las redes sociales o los medios de comunicación sea algo malo. Sin embargo, quienes usamos distintas plataformas para compartir la Palabra de Dios tenemos la responsabilidad de no promover una espiritualidad ficticia. Debemos ser conscientes de la facilidad comunicativa y el favor que Dios nos ha otorgado para dar a conocer las verdades del evangelio.
Por otro lado, como audiencia también debemos recordar que los predicadores, así como sus canales y perfiles, merecen nuestro respeto y admiración, pero no son perfectos. Es importante mantener una perspectiva crítica y no idealizar a los mensajeros, sino centrarnos en el mensaje de Dios.
La Biblia nos advierte sobre los peligros de las apariencias y nos llama a una vida de autenticidad y humildad. En 1 Samuel 16:7, Dios le dice a Samuel: “No te fijes en su apariencia ni en su estatura... El hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón.” Este versículo nos recuerda que Dios valora lo que hay en nuestro corazón, no las apariencias externas que mostramos al mundo.
La Necesidad de Ser Auténticos
Es crucial recordar que nuestra valía no proviene de cómo nos presentamos ante los demás, sino de nuestra relación genuina con Dios. En Mateo 6:1, Jesús advierte: “Cuida de no practicar tu justicia delante de otros para ser visto por ellos. Si lo haces, no tendrás recompensa de tu Padre celestial.” Este pasaje nos enseña que nuestras acciones espirituales deben ser sinceras y no motivadas por el deseo de impresionar a otros.
La autenticidad espiritual implica reconocer nuestras propias imperfecciones y nuestra necesidad constante de la gracia de Dios. En 2 Corintios 12:9, Pablo dice: “Pero él me dijo: ‘Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.” Este versículo nos anima a aceptar nuestras debilidades y a depender de la gracia de Dios en lugar de tratar de mostrar una falsa perfección.
La Lucha y la Gracia
Todos enfrentamos momentos de duda, debilidad y pecado. Sin embargo, es en esos momentos de vulnerabilidad donde la gracia de Dios se manifiesta con mayor fuerza. Ser auténtico delante de Dios implica ser honesto con nuestras luchas y buscar Su ayuda y perdón.
Proverbios 3:5-6 nos instruye: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” Este consejo nos recuerda que debemos poner nuestra confianza en Dios y no en nuestras propias fuerzas o en la imagen que proyectamos a los demás.
La vida que vemos reflejada en las películas, programas, medios de comunicación y las redes sociales a menudo puede convertirse en una versión idealizada y ficticia de la realidad. Esto puede llevarnos a sentirnos insuficientes y a aspirar a una vida y una espiritualidad igualmente irreal. Sin embargo, Dios nos llama a una vida de autenticidad, donde nuestras acciones y nuestras devociones sean sinceras y humildes.
Hay mucho más que decir sobre este tema, pero para propósitos de este blog he dicho lo suficiente.
Debemos recordar que nuestro verdadero valor proviene de nuestra relación con Dios y no de las apariencias. La gracia de Dios está disponible para nosotros en nuestras debilidades y luchas, y es a través de esta gracia que encontramos la verdadera paz y fortaleza. Mantengamos nuestra mirada en Él y no en los estándares ficticios del mundo y sus habitantes; busquemos ser genuinos y auténticos delante de nuestro Padre y derramemos nuestra adoración tal y como somos, buscando la purificación de nuestras vidas en su amor y gracia.



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