Devocional Matrimonial de 7 Días | Matrimonios Inoxidables
- Fernando Arias
- 26 jul
- 18 Min. de lectura
Actualizado: hace 2 días
Una guía bíblica para fortalecer el vínculo conyugal.

En el año 2014, junto a mi esposa María Eugenia, dimos inicio al Ministerio Matrimonios Inoxidables con un solo anhelo en el corazón: que las parejas cristianas pudieran volver al diseño de Dios para el matrimonio. A lo largo de estos 11 años hemos acompañado a esposos y esposas que han atravesado crisis profundas, pero también a matrimonios que, aún estando en buen momento, decidieron crecer, sanar, fortalecerse y ser ejemplo para otros.
Sabemos que no hay matrimonio perfecto, pero sí puede haber matrimonios perseverantes, restaurados, apasionados por Dios y mutuamente comprometidos. Este devocional de 7 días no es una solución rápida ni una fórmula mágica. Es un recorrido bíblico y práctico diseñado para preparar el corazón de cada pareja que participará en Matrimonios Inoxidables, pero también para cualquiera que desee renovar su pacto, reordenar sus prioridades y volver a comunicarse con gracia, amar con intención y buscar juntos a Dios.
Nuestra oración es que cada lectura diaria sea una semilla de restauración, un tiempo de conversación sincera y una puerta abierta a una nueva etapa. Si lo viven con apertura, este pequeño devocional puede marcar un antes y un después. No porque lo hayamos escrito nosotros, sino porque la Palabra de Dios sigue siendo viva, eficaz y capaz de transformar todo lo que se deja tocar por ella.
Con amor,
Fernando y María Eugenia Arias
Sabemos que no hay matrimonio perfecto, pero sí puede haber matrimonios perseverantes, restaurados, apasionados por Dios y mutuamente comprometidos. Este devocional de 7 días no es una solución rápida ni una fórmula mágica. Es un recorrido bíblico y práctico diseñado para preparar el corazón de cada pareja que participará en Matrimonios Inoxidables, pero también para cualquiera que desee renovar su pacto, reordenar sus prioridades y volver a comunicarse con gracia, amar con intención y buscar juntos a Dios.
Nuestra oración es que cada lectura diaria sea una semilla de restauración, un tiempo de conversación sincera y una puerta abierta a una nueva etapa. Si lo viven con apertura, este pequeño devocional puede marcar un antes y un después. No porque lo hayamos escrito nosotros, sino porque la Palabra de Dios sigue siendo viva, eficaz y capaz de transformar todo lo que se deja tocar por ella.
Con amor,
Fernando y María Eugenia Arias

DEVOCIONAL MATRIMONIAL
Cómo usar este devocional | Lee esto con tu pareja antes de comenzar.
Este devocional no fue escrito para leerse rápidamente y pasar al siguiente día. Tampoco es solo una lectura más entre tantas. Este es un espacio para abrir el corazón, detenerse, conversar y buscar a Dios juntos como matrimonio.
Cada día incluye un texto bíblico, una reflexión y una oración. Pero esto no es solo para leerlo individualmente. Lean juntos, comenten, escuchen al otro sin interrupciones. Hablen de cómo ese pasaje y esa enseñanza se aplican a su historia, a su presente y a lo que sueñan construir como pareja.
La oración que aparece al final no es para repetirla como fórmula. Es una guía espiritual, una base bíblica para que ustedes puedan hacerla suya. No tiene que ser una oración larga, pero sí sincera. Tómense de la mano, eleven juntos su voz y expresen lo que llevan dentro delante de Dios.
Las preguntas están ahí para abrir camino al diálogo. No las eviten. Aunque algunas puedan incomodar, son oportunidades para sanar, reconstruir y crecer.
Hagan de estos 7 días una cita con su matrimonio, y sobre todo, una cita con Dios.
______________________________
Día 1: ¿Realmente hablamos... o solo llenamos el silencio?

“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” Colosenses 4:6
Cuando el matrimonio se llena de conversaciones superficiales, lo profundo comienza a enfriarse. Hablamos del clima, de las cuentas, de los niños, pero evitamos lo que realmente duele o preocupa. La sal preserva y da sabor; así deben ser nuestras palabras: con propósito, gracia y verdad. Volver a una comunicación real requiere intencionalidad y humildad.
Qué fácil es caer en la rutina. No hace falta una discusión para que dos personas comiencen a alejarse; basta con dejar de hablar de lo que realmente importa. Con el tiempo, lo que antes fue un matrimonio lleno de chispa y complicidad, puede terminar siendo una convivencia funcional, donde cada uno cumple su rol, pero el alma está ausente.
Sí, todo cambia con los años. El matrimonio no puede permanecer anclado en la emoción de la luna de miel, pero tampoco debería resignarse a una frialdad disfrazada de costumbre. A veces no es que ya no se hable... sino que solo se habla de lo mismo: del trabajo, de los niños, de la iglesia, de las cuentas, de lo urgente. Pero no se habla del alma. No se habla de los miedos, de los anhelos, de los deseos profundos, ni de las heridas abiertas. Y cuando uno o ambos lo hacen, no siempre termina bien.
En la consejería pastoral, uno de los problemas más frecuentes no es el conflicto abierto, sino el silencio interior. Ese silencio que no se nota de inmediato, pero que termina ahogando la vida emocional de la pareja. No es un silencio de palabras, sino un vacío relacional. Un “no te digo porque ya no te interesa”. Un “para qué hablar, si no vamos a llegar a nada”. Y ese vacío va creciendo, como una grieta que separa lentamente lo que un día fue unido por Dios.
Pero hay esperanza. Porque donde hay dos personas dispuestas a sentarse, a escuchar y a hablar con sinceridad, Dios puede restaurar. La buena comunicación no es un lujo opcional, es parte del diseño original del matrimonio. Dios mismo es un Dios que habla, que se comunica, que se revela. Y si fuimos creados a Su imagen, no fuimos hechos para vivir callando lo que duele, ni disimulando lo que se rompió.
No se trata de tener conversaciones perfectas. Se trata de abrir el corazón. De aprender a hablar con gracia y con verdad. De dejar de hablar de lo de afuera, para comenzar a hablar de lo de adentro.
Hoy es un buen día para volver a hablar. No del banco, ni del colegio, ni del tráfico. Hablen del alma. Hablen del “nosotros”. Hablen de lo que sueñan, de lo que temen, de lo que necesitan. Y oren juntos. Porque cuando el alma vuelve a hablar, el amor también vuelve a florecer.
Consejo / Reto: Tómense un momento hoy para hablar de lo que de verdad sienten. No de las cuentas, el trabajo, la iglesia o los niños… sino del alma. Observen cuánto tiempo pueden hablar sin caer en el tema de siempre. Es un proceso, y cuanto más lo ejerciten y practiquen, las conversaciones irán mejorando y volviéndose más significativas.
Oración: Señor, ayúdanos a escuchar con atención y hablar con gracia. Que nuestras palabras restauren, no destruyan. Ayúdanos a que nuestras conversaciones sean constructivas y significativas. Que nada nos separe de ti y que tampoco nos separe porque eres tú quien nos has unido hasta hoy. Amén.
Pregunta para conversar: ¿Qué tema importante hemos evitado últimamente y por qué?
______________________________
Día 2: Cuando la rutina reemplaza la intimidad

“Goza de la vida con la mujer que amas...” Eclesiastés 9:9a
La rutina puede ser útil. Nos ayuda a organizarnos, a cumplir responsabilidades y a mantener el orden. Pero cuando la rutina ocupa el lugar de la intimidad, el matrimonio se vuelve mecánico. Lo que antes era una relación viva y vibrante se transforma en una sucesión de tareas, roles y deberes.
Dios no diseñó el matrimonio para sobrevivir en automático. Lo diseñó para disfrutarse, para compartirse con gozo, y para crecer en unidad emocional, espiritual y sí, también física. Pero la intimidad no comienza en la habitación: comienza en el alma.
Es un error común pensar que intimidad se refiere solo al aspecto físico. La verdadera intimidad es mucho más amplia. Es esa conexión profunda que nace cuando se comparten pensamientos, secretos, miedos, sueños, oraciones. ¿Recuerdas esas largas conversaciones de cuando apenas comenzaban? Cuando hablar por horas parecía poco, y soñar juntos era lo mejor del día.
Esa conexión no tiene por qué desaparecer. No debe ser un recuerdo lejano. Las “zorras pequeñas” que menciona el Cantar de los Cantares son esos pequeños hábitos, omisiones o rutinas que, sin darnos cuenta, van robando el vino nuevo de la relación. La intimidad no se pierde de golpe, se va apagando poco a poco, por descuido, por distracción, por rutina.
Hoy es un buen día para recuperar ese espacio de intimidad. Para hablar no como socios, sino como enamorados. Para escuchar sin apuros. Para recordar lo que soñaban... y soñar otra vez.
Consejo / Reto: Planeen una tiempo junto o una cita sencilla en los próximos 7 días. No para resolver problemas, sino para volver a disfrutarse. ¿Siempre lo hacemos o lo hemos hecho recientemente? No hay problema. El reto será programar una actividad o cita que nunca (o en mucho tiempo) no han hecho juntos.
Oración: Señor, líbranos de la rutina que apaga el alma y la pasión. Enséñanos a gozar nuevamente uno del otro.
Pregunta para conversar: ¿Qué nos gustaría recuperar de los tiempos en que comenzamos a salir?
______________________________
Día 3: Barreras invisibles: los resentimientos no tratados

“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.”Efesios 4:31
Reflexión: El resentimiento es como polvo acumulado: uno no lo nota hasta que la luz lo revela. Las heridas sin sanar se convierten en muros. Callar no siempre es sabio; a veces, es una forma de autoengaño que enfría la relación.
Hay heridas que no sanan solas. Algunas, incluso pequeñas, requieren tratamiento, tiempo, y cuidado constante. Con los años aprendemos que no todo pasa simplemente con el tiempo. Algunas cosas no cicatrizan si no se tratan.
En la vida matrimonial sucede lo mismo. Hemos escuchado a muchas parejas decir: “Eso ya quedó en el pasado”. Pero no todo lo que se entierra, sana. Hay cosas que se cubren, pero siguen abiertas. Y tarde o temprano, el dolor reaparece, muchas veces en forma de discusiones desproporcionadas, respuestas hirientes o silencios prolongados. Lo no sanado hoy, se convierte en un tropiezo mañana.
Las heridas no tratadas generan amargura. Y la amargura es un veneno silencioso. En la Biblia, uno de los ejemplos más claros es el de Ana. Afligida, incomprendida y herida en su alma, Ana llegó al templo a llorar “con amargura de alma” (1 Samuel 1:10). No era solo dolor, era dolor acumulado, no procesado. Pero en medio de esa condición, Ana hizo algo sabio: fue al lugar correcto, delante de Dios, y vació su corazón.
No ignores lo que duele. No te acostumbres a convivir con lo que hiere. El corazón necesita sanidad, y Dios puede concederla. Pero también es necesario hablarlo en pareja, reconocerlo, y buscar juntos la restauración. No se trata de revivir el pasado para pelear, sino de abordarlo para sanar. Porque donde hay sanidad, hay libertad… y donde hay libertad, hay nuevo amor.
Consejo / Reto: Identifiquen si hay alguna herida que necesitan hablar. No lo hagan para pelear, sino para sanar.
Oración: Padre bueno, danos el valor para reconocer las heridas que aún duelen y que hemos callado por miedo, orgullo o cansancio. Enséñanos a pedir perdón con sinceridad y a perdonarnos con gracia. Sana las memorias que aún nos pesan, y ayúdanos a tratarnos con el mismo amor con que Tú nos tratas. Que nuestro matrimonio no esté atado al pasado, sino restaurado en Tu presencia. Amén.
______________________________
Día 4: ¿Dónde están nuestras prioridades?

“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”Génesis 2:24
Reflexión: El trabajo, los hijos, la iglesia, los hobbies… todo es importante, pero nada debe sustituir la prioridad del matrimonio. Cuando el cónyuge no está arriba en la lista, el vínculo se debilita. El orden de prioridades no solo trae paz, también trae dirección espiritual.
El día en que dijimos "sí" ante Dios y los hombres, tomamos una decisión trascendental: dejar atrás una estructura de vida para establecer una nueva. No se trata solo de mudarse o cambiar de apellido, sino de reorganizar por completo el sistema de prioridades. Ahora, tu cónyuge ocupa el lugar más importante después de Dios. Sin embargo, con el paso del tiempo y las múltiples responsabilidades de la vida (trabajo, hijos, colegio, compromisos) es fácil que esa prioridad se diluya sin darnos cuenta.
El texto de Génesis no solo habla de dejar padre y madre en términos de independencia emocional o económica, sino también de establecer un nuevo centro: serán una sola carne. Eso requiere intención. Requiere enfoque. Requiere equilibrio.
Una escena en la casa de Marta y María nos ofrece una gran lección sobre esto. Marta estaba afanada sirviendo a Jesús, mientras que María simplemente se sentó a escucharlo. Ambas lo amaban. Pero cuando Marta se quejó, Jesús respondió con ternura pero con firmeza:"Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada" (Lucas 10:41–42).
Qué fácil es perder el equilibrio. En el matrimonio, como en la vida espiritual, corremos el riesgo de hacer muchas cosas “buenas” y descuidar lo más importante. Podemos estar activos sirviendo, trabajando, cumpliendo con todo… pero olvidando detenernos a mirar al otro a los ojos, conversar de lo profundo, orar juntos, reírse sin razón, redescubrirse.
Jesús no reprende a Marta por servir, sino por dejar que el afán ocupe el lugar de la comunión. Lo mismo pasa en el matrimonio: no se trata de dejar de trabajar o de atender responsabilidades, sino de aprender a detenernos para elegir la “mejor parte”. La intimidad matrimonial también se cultiva cuando se detiene el ruido exterior y se valora la presencia del otro.
Volver al diseño de Dios implica recordar que el matrimonio no fue creado para sobrevivir entre compromisos, sino para florecer en el amor, la unidad y la mutua prioridad. Hoy es un buen día para revisar nuestro orden, y preguntarnos: ¿qué lugar ocupa mi cónyuge en mi vida? ¿Estoy sirviendo tanto afuera que ya no disfruto lo que Dios me dio dentro del hogar?
¿Te has detenido a observar el rostro de tu cónyuge últimamente? El tiempo ha dejado huellas: algunas líneas más marcadas, una mirada más serena, quizás el paso lento de quien ha aprendido a vivir con más sabiduría. Esas señales no son pérdida, son historia viva. Cada marca o linea en su rostro encierra momentos compartidos, decisiones tomadas, lágrimas y sonrisas que construyeron lo que hoy son como pareja.
Consejo / Reto: Mira a tu pareja de frente con intención y hagan silencio unos segundos. Mira cada detalle como si fuera la primera vez. Haz una memoria fotográfica con tu corazón. Recuerda quién es, no solo lo que hace. Toma conciencia de que están envejeciendo juntos, y eso, en este mundo frágil, es un privilegio sagrado. Guarda en tu alma ese rostro que te acompaña, porque amar también es aprender a mirar con gratitud lo que el tiempo transforma.
Oración: Señor, tú eres un Dios de pactos. Ayúdanos a honrar el pacto que hicimos. Que nada ni nadie nos robe el lugar que nos corresponde y que siempre sea Cristo Jesús el centro de nosotros.
Preguntas para conversar: ¿Cuándo fue la última vez que realmente nos vimos frente a frente así? ¿Cómo queremos envejecer juntos?
______________________________
Día 5: Cuando el perdón no llega

“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”Efesios 4:32
Reflexión: Perdonar no siempre es fácil, especialmente cuando el otro no lo ha pedido. Pero el perdón no es una emoción, es una decisión que nos libera. Si Dios nos perdonó en Cristo sin que lo mereciéramos, ¿por qué no perdonar a quien duerme a nuestro lado?
Uno de los desafíos más grandes dentro del matrimonio no es discutir... es reconciliarse. ¿Qué sucede cuando tu cónyuge no te pide perdón? ¿Qué pasa cuando sabes que hay una herida, pero el otro ni siquiera parece notarlo?
La Palabra es clara. No dice: “Si te pide perdón, entonces hazle el bien.” Dice: “Si tiene hambre, dale de comer... si tiene sed, dale de beber.”El acto de amar, perdonar y restaurar no siempre comienza en quien nos falló. A veces, comienza en el corazón que ha decidido sanar.
Dios no te pide que esperes a que el otro se dé cuenta. Te equipa con pan y agua -símbolos del sustento y la vida- y te manda a actuar. ¿Por qué? Porque cuando tú das ese paso de fe, aunque no sea correspondido inmediatamente, Dios lo ve y promete recompensarte. “Jehová te lo pagará.” No esperes que la recompensa venga del cónyuge... vendrá de Dios.
En lo humano, solemos esperar la confesión para extender el perdón. Pero el Reino de Dios funciona distinto. A veces, debemos dar el primer paso aunque duela, aunque no entendamos completamente qué pasó. En el matrimonio, no siempre se trata de tener la razón... sino de tener comunión. A veces tú puedes ser el canal por el que Dios traiga restauración, sin que el otro aún lo sepa.
Con mi esposa aprendimos una lección sencilla pero poderosa en nuestros primeros años de casados: pedir perdón, incluso cuando no sabemos -o entendemos- qué hicimos. “Perdóname si te herí, aunque no lo hice intencionalmente. Prefiero tener paz contigo que tener razón.”Esa frase desarma muros. Ese tipo de perdón no es debilidad, es madurez espiritual. Y más que sanar al otro, comienza sanando tu propio corazón.
Consejo / Reto: Hoy es un buen día para dejar de revivir aquel error y comenzar a construir de nuevo. También puede ser el momento perfecto para pedir perdón, incluso por aquellas cosas que ya no recordamos con claridad, pero que quizás dejaron heridas profundas en el corazón de quien amamos. A veces, el alma reciente lo que la mente ya olvidó. Por eso, el reto es sencillo pero poderoso: di “perdón”… aunque no sepas exactamente por qué, aunque no tengas plena conciencia de lo que hiciste. El perdón sincero, aun sin detalles, tiene el poder de abrir caminos de sanidad y restauración.
Oración: Señor, enséñanos a perdonarnos como Tú nos has perdonado. Danos el valor para pedir perdón sin orgullo, y la humildad para ofrecerlo sin condiciones. Ayúdanos a ser canales de tu paz dentro de nuestro matrimonio, aún cuando nos cueste. Amén.
Pregunta para conversar: ¿Hay algo que aún no he perdonado? ¿Hay algo por lo que aún no he pedido perdón? ¿Por qué?
______________________________
Día 6: Tiempo de calidad, no solo cantidad

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo...”Efesios 5:15-16
Reflexión: El amor no se alimenta solamente de presencia física, sino de atención plena. Podemos pasar horas al lado de nuestro cónyuge y, sin embargo, no haber compartido realmente nada. Muchas parejas se desconectan sin darse cuenta, no por grandes conflictos, sino por el descuido cotidiano. El problema no comienza con una crisis evidente, sino con una acumulación de momentos perdidos, silencios prolongados o conversaciones sin profundidad.
Solemos acostumbrarnos tanto a lo que vemos todos los días, que dejamos de valorarlo. A menudo uso una metáfora sencilla pero reveladora: a veces buscamos el celular creyendo que lo perdimos… ¡usando la linterna del mismo celular! Es decir, lo tenemos en la mano, pero no somos conscientes de ello. Así puede suceder también en el matrimonio. Nos acostumbramos tanto a tener al otro cerca, que dejamos de notar su presencia. Es como ese reloj que usamos a diario y olvidamos que está en la muñeca. No estamos juntos solo para acostumbrarnos uno al otro, sino para atesorarnos mutuamente.
Este tipo de amor que se acomoda, que se vuelve automático, puede derivar en una desconexión emocional si no va acompañado de momentos de verdadera calidad. Existe un amor afectivo llamado storgé, basado en la familiaridad y el afecto natural. Aunque tiene virtudes, puede volverse peligroso si cae en la rutina sin el compromiso de renovar el vínculo día a día.
La vida es breve, pero solemos darnos cuenta solo cuando miramos hacia atrás. Vemos a nuestros hijos crecer, las memorias se vuelven distantes, y nos invade la pregunta: ¿Aprovechamos bien el tiempo juntos? En un día de 24 horas, estamos despiertos en promedio 16. De esas, tal vez 8 las dedicamos al trabajo u otras tareas inevitables. Las 8 restantes se diluyen entre compromisos, deberes del hogar, responsabilidades familiares… ¿Cuánto tiempo real y significativo queda para estar con tu pareja?
No se trata de tener más horas, sino de dar lo mejor de nosotros en las que sí podemos compartir. El verdadero desafío no es encontrar tiempo, sino convertir el que ya tenemos en momentos memorables.
"Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó." (Génesis 24:67, RVR1960) La historia de Isaac y Rebeca no comienza con muchas palabras ni grandes escenas, sino con un momento de comunión sencillo y significativo. Isaac salía al campo a meditar, y en ese ambiente sereno, Rebeca lo encuentra. No es una historia de largo noviazgo ni de convivencia previa, pero sí de una conexión que empieza en un espacio tranquilo, apartado, intencional. A veces basta un solo momento de calidad para fortalecer un vínculo de por vida.
Recuerdo que cuando mi esposa y yo nos conocimos, no se trataba de pasar mucho tiempo juntos, sino de aprovechar bien los pequeños momentos. Nuestra puntualidad en la iglesia, cuando nadie más había llegado todavía, se convirtió en oportunidad. A veces con el templo casi a oscuras, sin luces encendidas, bajábamos las gradas alumbrándonos apenas con la linterna del teléfono, y en esos breves minutos conversábamos. Fue ahí, en la sencillez de esos espacios, donde nació un aprecio y un respeto mutuo que, con el tiempo, se convirtió en una relación de amor.
Consejo / Reto: Elijan juntos un espacio tranquilo y siéntense frente a frente. Pónganse un temporizador de 10 a 20 minutos y, durante ese tiempo, háganse preguntas profundas, como si estuvieran conociéndose por primera vez. No hablen de hijos, trabajo, ministerio, o preocupaciones cotidianas. Solo de ustedes dos.
Prueben estas preguntas (ambos responden)
¿Cómo deseas que sea nuestro matrimonio de aquí a 5 o 10 años?
Si pudieras revivir algún recuerdo que hemos vivido juntos, ¿cuál elegirías?
Digamos cada uno tres cosas que admiramos del otro (intentemos mencionar cosas que no hayamos dicho o repetido con frecuencia).
Oración: Señor, gracias por regalarnos el don del tiempo y por permitirnos compartir la vida juntos. Ayúdanos a no conformarnos solo con estar presentes, sino a verdaderamente conectar el uno con el otro. Enséñanos a detenernos, a escuchar, a mirarnos con atención, a disfrutar los detalles que el afán puede robarnos. Queremos atesorar cada momento que tú nos das, crecer en amor, en admiración mutua y en intimidad contigo. Que nunca olvidemos que, en nuestro matrimonio, resplandeces tú. Amén.
Pregunta para conversar: ¿Cuándo fue la última vez que tuvimos un momento significativo así a solas? Repitámoslo.
______________________________
Día 7: Buscar a Dios juntos

“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.”Mateo 18:19
Reflexión: Muchos matrimonios oran… pero por separado. Otros oran por su cónyuge, pero no con su cónyuge.
Sin embargo, la unidad espiritual en el matrimonio no se trata solo de compartir una fe, sino de vivirla juntos. La oración en pareja no es un simple acto devocional: es un acto de guerra espiritual, de unidad, de amor maduro y de dependencia de Dios. Cuando dos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, el cielo se abre (Mateo 18:19). Y si esto es verdad entre amigos, ¡cuánto más entre esposos!
He dicho en privado y en público que, después de entregar mi vida a Cristo, probablemente la mejor decisión que he tomado junto a María Eugenia ha sido caminar en los caminos de Dios juntos. No cada quien por su lado, sino como uno solo. Caminar así ha hecho que nuestras decisiones, nuestras batallas y nuestras bendiciones estén marcadas por la presencia de Dios. Lo más importante no es que uno de los dos sea fuerte espiritualmente, sino que ambos crezcan, se acompañen y se animen mutuamente en la fe. Me cuesta ver matrimonios donde solo uno lleva el yugo del compromiso con Dios. Lo entiendo, pero duele. Porque el matrimonio fue diseñado para ser un equipo espiritual, una pareja en el altar, no solo en la casa.
Orar juntos no es una actividad más: es una declaración de que no estamos solos en la vida, ni en las pruebas, ni en las decisiones. El verdadero divorcio emocional y espiritual comienza cuando dejamos de compartir el alma, la fe y la búsqueda de Dios.
Consejo / Reto: Tómense de la mano hoy y oren juntos, aunque sea un minuto. La unidad comienza ahí. Al terminar, pon tu mano sobre tu cóyuge y bendícelo. No tienes que buscar palabras rebuscadas ni sonar teológicamente bien. Solo di lo que te sugermimos a continuación.
Oración: Señor, queremos buscarte en unidad. Que tu presencia no sea solo un momento, sino el centro permanente de nuestro hogar. Haz de nuestra relación un altar donde tu Espíritu Santo habite con libertad. Enséñanos a orar juntos, a escucharte juntos, a depender de ti en todo lo que hacemos.
Quita toda barrera espiritual entre nosotros y fortalece nuestro vínculo con el lazo del amor que viene de ti. Que cada decisión, cada palabra y cada paso que demos esté alineado a tu voluntad. Queremos honrarte no solo como individuos, sino como una sola carne, como un solo espíritu delante de ti. Camina con nosotros, Señor. Mora con nosotros. Reina en nuestro matrimonio y en nuestro hogar. Amén.
Pon ahora tu mano sobre tu cónyuge y bendícelo. Di desde el corazón mientras tu mano está sobre él / ella: “Te bendigo y doy gracias a Dios por tu vida y por lo que tu vida significa en la mía. Que yo sea la persona indicada para ayudarte a alcanzar la estatura de Jesús. Que tus días en la Tierra sean hermosos y cumplan el propósito de Cristo. Amén.”
Pregunta para conversar: ¿Qué nos impide orar más seguido juntos? ¿Podemos hacerlo con más frecuencia? ¿Cómo podría mejorar nuestra relación si oramos juntos?
______________________________
Saludo final | Felicitación

Haber llegado hasta aquí no es casualidad. Es una señal de que en tu corazón y en el de tu cónyuge hay un deseo profundo de volver al diseño de Dios. Nuestro anhelo es que cada palabra, cada reflexión, cada reto de estos días haya sido como una semilla que el Espíritu Santo hará crecer en su tiempo.
Matrimonios Inoxidables no es un programa que salva matrimonios. Eso solo lo puede hacer Jesús. Nosotros simplemente obedecemos el llamado de poner a disposición este recurso como un servicio de amor para el pueblo de Dios y para todo aquel que anhela restaurar, fortalecer o encender de nuevo su relación de pareja.
No importa si están en una etapa de plenitud o atravesando un valle difícil: sigan buscando a Dios juntos. No descuiden la llama del Espíritu Santo en ustedes. Él es el que sustenta, corrige, guía y transforma. Él es el que renueva el amor, sana las heridas y les recuerda que no están solos. Sigan caminando en unidad. Sigan orando. Sigan creyendo. Porque vale la pena.
Con amor y fe,
Fernando y María Eugenia Arias
Ministerio Matrimonios Inoxidables | Ministerios Resplandece
_______
© 2025 Ministerios Resplandece / Matrimonios Inoxidables. Todos los derechos reservados.
Nota de uso y reproducción
Este material ha sido escrito con responsabilidad espiritual y pastoral, y ha sido diseñado específicamente para fortalecer matrimonios desde una perspectiva bíblica. Aunque su uso es gratuito, no se autoriza su reproducción total o parcial, ni su uso con fines distintos a los aquí propuestos, sin el consentimiento previo y por escrito del autor, Ministerios Resplandece o el Ministerio Matrimonios Inoxidables.
Si deseas utilizar este contenido con fines educativos, ministeriales o de enseñanza en iglesias, grupos de discipulado, talleres o retiros, por favor, contáctanos. Estaremos felices de conversar contigo y brindarte el respaldo adecuado para que este recurso siga siendo de edificación y mantenga la fidelidad con la intención original con que fue creado.
¡Gracias por honrar el propósito con el que este material fue compartido contigo!
DEVOCIONAL DIGITAL DESCARGABLE:
TIPOS DE PALABRAS QUE EDIFICAN | DESCARGABLE:
Comentarios