El árbol del conocimiento del bien y del mal: ¿trampa o propósito?
- Fernando Arias
- hace 20 horas
- 4 Min. de lectura
¿Qué hacía el árbol prohibido en el Edén? ¿Y qué hacía la serpiente allí?
Hace mucho tiempo, en medio de una conversación, alguien me lanzó una pregunta que me dejó pensando en cómo responderla con claridad y sencillez. No fue una de esas dudas complejas sobre teología avanzada, sino una pregunta directa, honesta, casi infantil, pero cargada de profundidad:
“¿Por qué Dios puso ese árbol en el huerto si no quería que comieran de él? ¿Y por qué estaba la serpiente ahí?”
Me quedé en silencio unos segundos. No porque no supiera qué responder, sino porque entendí que esa pregunta no solo tenía que ver con el Edén, sino con nosotros. Con nuestra historia. Con nuestras decisiones. Con lo que enfrentamos todos los días.
La conversación siguió, claro. Hablamos de libertad, de obediencia, de confianza. Pero esa pregunta se quedó conmigo, dando vueltas en mi mente y en mi espíritu, como una invitación de Dios a reflexionar más profundo. Hoy quiero compartir contigo lo que brotó de esa inquietud, con la esperanza de que también a ti te ayude a mirar mejor algunas cosas que pueden estar ocurriendo en tu corazón.

El árbol del conocimiento del bien y del mal: ¿trampa o propósito?
Génesis 2:9 nos dice que Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, bueno para comer… y entre ellos, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y luego, en los versículos 16-17, leemos:
"Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás." (Génesis 2:16–17 RVR1960)
Muchos se preguntan si ese árbol era una especie de trampa. Me temo admitir que en mi inmadurez espiritual, de niño, esa idea cruzó mi mente. Pero ahora, sinceramente, no lo creo. Ese árbol no fue colocado allí para hacer caer a Adán y Eva, sino para darles una oportunidad real de ejercer su voluntad, de demostrar su confianza en Dios.
Dios no quería títeres. Quería hijos. Y toda relación verdadera se basa en la posibilidad de elegir. El árbol existía como símbolo de esa libertad: puedes obedecer por amor, o puedes desobedecer por desconfianza.
A veces me pasa lo mismo con mis hijos. Los amo tanto que quiero cuidarlos de todo, pero sé que, si les quito la posibilidad de elegir, también les estoy quitando la oportunidad de crecer. Lo mismo hizo Dios en el Edén.
¿Y qué hacía la serpiente allí?
El capítulo 3 comienza con una frase que incomoda:" Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho..." (Génesis 3:1) Sí, la serpiente estaba en el Edén. No afuera. No en un rincón oscuro. Estaba dentro del mismo huerto, en el lugar de comunión, de perfección. ¿Por qué?
Creo que esto nos enseña una verdad que muchas veces olvidamos: la tentación no siempre está lejos de los lugares sagrados. Incluso en los tiempos de oración, en medio de la iglesia, en temporadas de bendición, puede haber susurros que intentan apartarnos de Dios.
La serpiente (símbolo de Satanás) no tenía poder para obligar a Eva. Solo podía hablar, tergiversar, sembrar duda. Pero ni ella ni Adán fueron víctimas indefensas. Fueron personas con voluntad. Eligieron escuchar la voz equivocada. Así comienzas muchas de nuestras malas decisiones: teniendo conversaciones con las personas incorrectas, aún cuando el lugar es el correcto.
Y esto me lleva a una confesión: cuántas veces yo mismo he tenido todas las advertencias, todo el consejo, toda la claridad… y aún así he prestado oído a pensamientos que me alejaban de lo que Dios dijo. El problema no era solo la serpiente. El problema era mi oído.
Reflexiones prácticas que aprendí desde que reflexioné sobre esa pregunta:
La libertad no es un error del diseño de Dios, es parte de Su amor. Vivimos esperando que Dios quite todas las tentaciones, que elimine los “árboles prohibidos”. Pero el verdadero amor y la obediencia nacen cuando decidimos confiar en Él incluso cuando hay otras opciones disponibles.
No todo lo accesible es correcto. El árbol estaba allí, era hermoso y tenía fruto. Pero Dios dijo: “no comas de él”. Hoy en día también hay muchas cosas que lucen bien, que están a la mano, pero que simplemente no son para ti. No porque Dios quiera arruinar tu vida, sino porque Él sabe lo que te hace daño, aunque todavía tú no lo veas.
Aun en ambientes santos, hay voces contrarias. Me ha pasado que estoy en medio de un mover de Dios, de un tiempo de crecimiento espiritual, y aún ahí aparecen pensamientos, tentaciones, confusión. Y me acuerdo: la serpiente también estuvo en el Edén. Por eso, como dice 1 Pedro 5:8, tenemos que velar. No solo orar. No solo cantar. Velar.
El árbol solo revela lo que ya estaba en el corazón. El árbol no causó la caída. Fue la ocasión. La verdadera batalla estaba en el corazón de Eva y Adán. En su deseo de independencia, en la desconfianza. Lo mismo nos pasa hoy: el problema no es el celular, ni la persona, ni la oportunidad, sino lo que pasa dentro de nosotros cuando estamos frente a esas cosas.
Dios no nos abandona, ni siquiera después de una mala decisión. Esta es quizás la parte que más me conmueve: después de todo, Dios siguió buscando. “¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9). No fue un grito de enojo, sino una voz de un Padre que aún quería comunión. Qué hermoso saber que Su gracia siempre tiene la última palabra.