Rompiendo con la idolatría invisible
- Fernando Arias
- 6 jul
- 4 Min. de lectura
Esta mañana, durante nuestro servicio dominical, compartí el cuarto mensaje de la serie “Rompimiento”, una serie en la que hemos estado hablando de todo aquello que Dios nos llama a dejar atrás para avanzar en libertad. El tema de hoy fue especialmente confrontativo: hablamos de los ídolos que no se ven, pero que habitan en lo profundo del corazón. Un tema que requiere madurez y humildad, tanto para predicarlo como para recibirlo.
Hoy estoy compartiéndote una buena parte de mi bosquejo. No te incluyo todas las ideas ni todos mis apuntes porque podría complicarte la lectura de este artículo, pero espero que estas anotaciones que he hecho bendigan tu vida. Y como siempre, te animo a seguir esta serie los siguientes domingos a las 11:00 am en Resplandece.

Rompe con tus ídolos invisibles
Hay muchas cosas que los cristianos evitamos con claridad: pecados evidentes, malas compañías, ambientes nocivos. Pero hay algo que puede estar más cerca, más oculto y más peligroso que todo eso: la idolatría en el corazón. A diferencia de las imágenes visibles del pasado, hoy los ídolos suelen esconderse en deseos, temores o zonas de confort que pretender competir silenciosamente con Dios.
En Ezequiel 14, Dios le revela al profeta que algunos ancianos de Israel, ya en el exilio, se acercaron a él para consultar palabra de Jehová. Pero el Señor no los recibe con agrado. ¿La razón? Aunque parecían buscarlo, tenían ídolos en el corazón.
“Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón…” (Ezequiel 14:3)
El problema no era su petición, sino su interior. Dios no se deja engañar por religiosidad externa: Él ve lo que realmente gobierna nuestros afectos.
Hay tres puntos fundamentales de la enseñanza de esta mañana:
1. La idolatría no es solo adorar cosas externas y físicas
Cuando hablamos de idolatría, muchos piensan en imágenes talladas o prácticas de religiones antiguas. Pero en la Escritura, Dios deja claro que los ídolos no están solo en altares visibles: pueden vivir dentro del alma. Ezequiel muestra que se pueden tener ídolos “en el corazón”, es decir, deseos o afectos que compiten con la obediencia a Dios.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9)
2. Lo que tememos puede revelar lo que idolatramos
Lo que más temes, probablemente es lo que más control tiene sobre ti. Una persona que teme la escasez puede terminar idolatrando el dinero. Otra que teme la soledad, puede hacer de una relación su centro. Saúl, por ejemplo, desobedeció a Dios porque temía al pueblo más de lo que temía a Jehová.
“Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo, y consentí a la voz de ellos.”(1 Samuel 15:24, RVR1960)
En el caso de Saúl, el temor a la opinión ajena se convirtió en su dios.
“El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado.”(Proverbios 29:25, RVR1960)
3. Lo que protege tu zona de confort puede ser un altar oculto
Dios a veces nos pide soltar ciertas cosas que, aunque no son malas en sí mismas, nos retienen espiritualmente. Jesús no está detrás de lo que tenemos, sino de lo que nos retiene. Así como el joven rico se fue triste (Marcos 10:17–22), porque su seguridad estaba en las riquezas y no en Dios, así también muchos hoy se apegan a logros, personas o rutinas que han ocupado el lugar del Señor.
Reflexiones finales:
La idolatría no solo nos desvía, también nos desgasta. Vivir para complacer a un ídolo (sea éxito, amor, aprobación o estabilidad) es agotador: nunca es suficiente.
Solo en Dios encontramos descanso verdadero.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”(Mateo 11:28)
Idolatría es cuando algo ocupa en nuestro corazón el lugar que solo Dios debe tener, aunque no siempre lo veamos a simple vista.
Pregunta final:
¿Qué lugar en tu vida le pertenece a Dios y lo ha ocupado algo más? Esta pregunta nos invita a reflexionar si hemos colocado algo (o a alguien) en un altar invisible. A veces no nos damos cuenta, pero lo que más tememos perder, lo que más esfuerzo hacemos por retener o lo que más ansiedad nos causa... puede estar ocupando el lugar de Dios.
Un ídolo no siempre es evidente. Puede ser una meta, una persona, una emoción, una necesidad no resuelta. No importa qué forma tenga, si gobierna nuestras decisiones, si condiciona nuestra obediencia o si compite con la voz de Dios en nuestro corazón, ya se ha convertido en algo sagrado para nosotros.
El Señor no busca ser uno entre varios afectos. Él es Dios, y solo Él merece el trono del corazón. Hoy, con amor y firmeza, nos llama al rompimiento: a renunciar a lo que parece valioso, pero en realidad nos ata, para volver a experimentar la libertad y el descanso que solo Él puede dar..
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