La Doble Cara de los ‘Likes’
- Fernando Arias
- 19 may
- 4 Min. de lectura
¿Aplaudimos lo bueno… o aprovechamos para atacar lo contrario?

Hace unos días, conversando con mi esposa, reflexionaba sobre una publicación en redes sociales que buscaba resaltar algo bueno y bíblico. A primera vista, era un mensaje con el que muchos podríamos estar de acuerdo. Sin embargo, lo que me llamó la atención no fue tanto la publicación en sí, sino la forma en que fue recibida y comentada por muchos creyentes.
Aunque la publicación presentaba algo edificante, fue notorio cómo muchas respuestas y comentarios en el post se enfocaban más en lo que deseaban criticar que en lo que valía la pena aplaudir y afirmar. No estaban aplaudiendo lo bueno, sino estaban aprovechando la ocasión para atacar lo opuesto.
Y este no es un caso aislado. He notado que, con frecuencia, cuando publicamos algo positivo como una visión sobre la familia, el servicio cristiano, el carácter del pastorado, o el diseño de la iglesia, las reacciones no se quedan en el terreno de lo edificante. En vez de eso, los comentarios rápidamente se precipitan en un espacio para desahogar frustraciones, criticar a otros cristianos o señalar con dureza sus experiencias pasadas.

Y me pregunto: ¿cuál será la verdadera motivación de nuestros “amén” y nuestros “me gusta”? ¿Estamos realmente afirmando lo que es bueno, o más bien usando lo bueno como una excusa para atacar lo que detestamos?
Y, en la misma línea, ¿cuál será la motivación de quien crea contenidos así? ¿Será un anhelo sincero de afirmar la verdad y edificar al cuerpo de Cristo, o un deseo sutil de fomentar el desprecio hacia lo contrario, alimentando el ego con los aplausos que genera la confrontación?
Por ejemplo, se publica un mensaje que exalta el valor bíblico del servicio o voluntariado, y en lugar de generar unidad, algunos aprovechan para desahogar heridas contra iglesias donde no se sintieron valorados. O se comparte un contenido sobre la importancia del carácter en el liderazgo cristiano, y los comentarios terminan convirtiéndose en una lista de agravios contra pastores que no cumplieron con ese estándar. Incluso al hablar del diseño bíblico del matrimonio o de la iglesia, lo que se pretendía como una afirmación positiva se convierte, en los comentarios, en terreno fértil para el sarcasmo, la queja o la crítica.
Estos ejemplos reflejan una tendencia preocupante: reaccionamos más desde lo que queremos rechazar que desde lo que deberíamos afirmar. Y al hacerlo, debilitamos la edificación que tanto necesitamos.
El corazón con el que reaccionamos
Esto me hizo pensar en algo que Jesús enseñó con claridad: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Y podríamos decir que también comenta el teclado y reacciona el dedo. Porque muchas veces no se trata de si una publicación es correcta o no, sino de qué hay en nuestro corazón al recibirla.
Un corazón sano se alegra con lo bueno sin necesidad de usarlo como arma contra los demás. Pero un corazón herido, frustrado o cargado de juicio, puede transformar hasta un buen mensaje en una plataforma para la crítica.
No estamos llamados a señalar todo lo que está mal, sino a ser luz, a proclamar la verdad con gracia. Pablo lo dijo así: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación” (Efesios 4:29). También nos recuerda que el siervo del Señor debe ser “amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen” (2 Timoteo 2:24-25).
¿Celebramos... o combatimos?
A veces, en vez de alegrarnos porque se resalta algo bueno, usamos el momento para hacer guerra contra lo que no nos gusta. Es como si el aplauso no fuera tanto para celebrar lo edificante, sino para animarnos entre nosotros a rechazar lo que no encaja en nuestro marco personal.
Pero el Evangelio no nos llama a vivir reaccionando contra todo, sino a manifestar un Reino que construye, sana, reconcilia y transforma. Si lo bueno nos mueve a atacar, entonces algo necesita ser revisado dentro de nosotros.
No se trata de silenciar el discernimiento ni de dejar de señalar lo que es verdad. Al contrario, se trata de recuperar la actitud de Cristo: hablar con gracia, edificar con amor, y corregir con mansedumbre. Se trata de aprender a aplaudir lo bueno sin convertirnos en jueces de lo ajeno.
Filipenses 4:8 nos da una guía segura para nuestras reacciones:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”
Cuando lo bueno aparece ante nuestros ojos, que nuestra reacción no sea el juicio, la ironía o el resentimiento disfrazado de verdad. Que sea, más bien, una invitación a crecer juntos, a honrar lo bueno y a contribuir a la edificación del cuerpo de Cristo.
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