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La pornografía: una droga audiovisual

  • Foto del escritor: Fernando Arias
    Fernando Arias
  • 16 feb 2022
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 15 mar 2022


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No cabe duda que este es un tema del que no se habla mucho en las iglesias, pero que ataca incansablemente a los hijos de Dios.


Una de las cualidades más peligrosas del pecado sexual es que tiene la capacidad de interrumpir la intimidad con Dios (por manifestarse en lo secreto), pero también tiene la astucia de dejarnos tener comunión cristiana entre nuestros círculos sociales. Nadie tiene por qué enterarse de lo que sucede en la intimidad de otro. Porque lo que <acontece en lo secreto> suele <guardarse en secreto>. Por eso, no es de extrañar que el pecado sexual, de todas las faltas que podamos cometer en contra de Dios, sea el menos confesado.

Luis, un joven adulto recién casado, goza de la honrosa reputación de toda su comunidad. Es un reconocido miembro de la iglesia local ya que, junto a su esposa, ambos tienen a su cargo una congregación juvenil sana y creciente. Luis es apuesto, deportista, muy amoroso y entregado. No cabe duda que su vida, a los ojos de aquellos cientos de jóvenes que semanalmente se congregan para adorar y escuchar la Palabra de Dios, es inspiradora.

No obstante, poniendo una lupa sobre la vida de Luis, veremos que hay detalles que todos pasamos por alto. Su relación marital no está del todo bien. De hecho, suelen pasar días sin sostener comunicación con su esposa por más de cinco minutos. Su interacción con ella no pasa de un simple “buenos días / buenas noches” o quizás discuten sobre a quién le corresponde ir por los hijos al salir de la escuela esa tarde.


No hablan de ello. De hecho, fingen ignorar lo que sucede: su matrimonio está deteriorándose lentamente.

Al anochecer, Luis finge estar dormido mientras nota que su esposa va cayendo en un sueño profundo. Es entonces cuando aprovecha la ocasión para dirigirse a su ordenador en el estudio de la casa y comienza a navegar por sitios electrónicos pornográficos. Sí, Luis, aquel hombre cuya reputación intachable lo ha elevado a ser un distiguido miembro de la sociedad y de su iglesia local, tiene un problema: es adicto a la pornografía.


Wikipedia define el término pornografía como ”todos aquellos materiales, imágenes o reproducciones que representan actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor.” Se manifiesta a través de multitud de disciplinas, como cine, escultura, fotografía, historieta, literatura o pintura, y ha logrado un gran auge en medios como las revistas pornográficas e inclusive el audio (teléfono erótico), y últimamente el Internet. El término pornografía procede de las palabras griegas pórnē «prostituta» y gráphein «grabar, escribir, ilustrar.

Bien podría decirse que la pornografía es casi tan vieja como el mundo. En tiempos prehistóricos se dibujaban o se hacían estatuillas con caracteres sexuales exagerados: con senos enormes, tal y como las Venus paleolíticas, o con falos prominentes. Sin embargo, en aquella época, la intención de estas representaciones no era excitar sexualmente, sino pedir a los dioses fertilidad y buenas cosechas.

La pornografía, tal como la conocemos hoy en día, surgió con la aparición de la fotografía. Pocos años después de que Louis Daguerre, primer divulgador de la fotografía inventara su daguerrotipo, ya se hacían las primeras fotos de desnudos y las primeras fotos de parejas en el momento del coito.


En los Estados Unidos, la llamada revolución sexual de los años sesenta permitió que temas de sexualidad se trataran más abiertamente. Una consecuencia indirecta de estos cambios sociales fue el aumento en la producción gráfica de material de contenido erótico. De hecho, en 1959 el realizador Russ Meyer rueda su primera película “El Inmoral Sr. Teas“, que marcaría el inicio de la carrera de explotación del desnudo femenino en el cine, sin alcanzar todavía la explicitud del actual “porno”; a estas películas de corte erótico se las denominaba nudies. Durante su posterior desarrollo, en la década de 1970 se realizaron una serie de películas, algunas con notable éxito comercial.

En la década de 1980 llegó al público a través de cortos videos. Con la difusión masiva del video, millones de personas en todo el mundo pudieron ver películas porno en la privacidad de sus hogares, sin tener que asistir a un cine porno, lo que resultaba algo embarazoso.

Recientemente la organización “Just 1 click” en EEUU, publicó un estudio que revelaba que la

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edad a la que un niño estará expuesto por vez primera a un contenido pornográfico en la web es de nueve años. Y que, en la última decada, Internet ha superado considerablemente a la televisión como la principal elección en entretenimiento para niños y jóvenes. Actualmente existe una corriente de pensamiento que considera a la pornografía como una nueva forma de arte, que tiene por objeto mostrar la belleza de la sexualidad humana. Y debido a pensamientos como este y, sumado a miles de opiniones similares, es que la pornigrafía ha ido convirtiéndose en un aceptable (aunque discreto) medio de “entretenimiento”. Algunas personas, como el productor de pornografía Larry Flynt y el escritor Salman Rushdie, han argumentado que la pornografía es vital para la libertad y que una sociedad libre y civilizada debe ser juzgada en función de su disposición a aceptar la pornografía.

Inicié este artículo mencionando que una de las cualidades más peligrosas del pecado sexual (sobre todo manifestado a través de la exposición y o adicción a la pornografía) es que tiene la capacidad de interrumpir la intimidad con Dios (por manifestarse en lo secreto), pero también tiene la astucia de dejarnos tener comunión cristiana entre nuestros círculos sociales. Nadie tiene por qué enterarse de lo que sucede en la intimidad de otro. Por eso, la adicción a esta peligrosa forma de entretenimiento ha invadido la integridad espiritual de muchos cristianos. Es tan sutil su inmiscusión en la vida de un hijo de Dios, como Luis, que lo dejará asistir a su iglesia, tener interactividad sana con otros cristianos, predicar la Palabra de Dios y levantar sus manos para adorar.

Según la OMS, la adicción es una enfermedad física y psicoemocional y se manifiesta como la dependencia hacia cualquier sustancia, actividad o relación (codependencia). En la actualidad se acepta como adicción, cualquier actividad que el individuo no sea capaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de vida, como por ejemplo puede existir, adicción al sexo, al juego (ludopatía), a la pornografía, a la televisión, a las nuevas tecnologías (tecnofilia), comidas rápidas, etc.

Nadie es adicto a la pornografía de la noche a la mañana. La dependencia a esta actividad va dándose progresivamente. Y es a veces, debido al paso lento pero progresivo con que el individuo va introduciéndose a la pornografía que muchas personas no se percatan de lo ”atados” que están a esta peligrosa droga audiovisual. El problema de las personas como Luis, es que aunque nadie se percate de su adicción a la pornografía, no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz (Mr.4:22).

Vivimos en un mundo en el que los sentidos son continuamente seducidos. Por ello, mantenernos en santidad va complicándose cada día más. Jesús mismo lo puso así: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mateo 26:41). No obstante, en ese mismo verso está la clave: Orad.


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La oración nos conecta con Dios. A los largo de mi vida como hijo de Dios, he leído y escuchado un sinnúmero de definiciones para “oración”. Pero no he encontrado una interpretación más práctica y sencilla que esta: oración es, simplemente, hablar con Dios. La comunicación continua con Dios nos alimenta de la misma manera en que nuestra continua comunicación con el mundo nos contamina. Por eso debemos permanecer en la presencia de Dios mediante una constante conexión con Su Espíritu. Me agrada como lo pone Pablo en Romanos 8:5 “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.” El mismo verso en una versión más actualizada dice así: “Los que viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu.”


Todo se inicia en el pensamiento. Un diccionario define el término “pensar” así: Examinar algo en la mente antes de tomar una decisión o darle una solución. Dios sabe que nuestra carne está siendo bombardeada con oportunidades para pecar. Eso, en mi opinión es la tentación. Jesús fue tentado… y en más de una ocasión. Pero resistió y usó la Palabra de Dios para reprender a Satanás en medio de su lucha. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (Santiago 4:7). Esto fue exactamente lo que sucedió. Jesús resistió y el diablo huyó.

Hace un tiempo aconsejé a un hombre mientras me confesaba que lidiaba con un constante ataque de tentación sexual. Y, en medio de una plática que duró horas, le compartí este pensamiento: creo que el diablo suele cansarse de tentar a quienes más lo resisten. Por eso, aprovecha la vulnerabilidad de los más débiles y dispersos para hacerlo. Aquellos que están debilitados por no alimentarse de la Palabra de Dios. Quienes tienen la Palabra de Dios en su lengua, la usan como espada para atacar a Satanás cuando ataca la carne.Estoy convencido que el diablo debe pensar así: “A este hijo de Dios ya no lo tentemos, porque resiste y me canso, así que ya no pierdo mi tiempo. Vayamos pues tras aquél que está débil y qué no sabe cómo actuar. Lo seduciré y caerá con facilidad porque no conoce (ni tiene) la Palabra de Dios en su boca. Es un blanco fácil.”

En lo personal, creo que el diablo ha desistido de tentarme en muchas áreas porque, cuando lo ha hecho, lo he resistido hasta cansarlo. Por eso huye. No creo ser el más santo, pero sí sé que el diablo no tiene parte en una vida que está demasiado ocupada en los asuntos de Dios como para tener tiempo para atenderlo.

Cuida mucho tu tiempo libre. El tiempo muerto es la ocasión preferida de Satanás para tentar a un hijo de Dios. La mayoría de veces, pecamos cuando nuestra mente está más “desocupada”. El tiempo de ocio suele ser la oportunidad idónea para que nuestra carne sea tentada y nuestros sentidos seducidos. Procura entonces tener a Dios en tus pensamientos continuamente. Busca ocupar tu tiempo en asuntos que te alimentan en cuerpo, alma y espíritu. Y no me refiero a llevar una vida de santurrón religioso. Sino una vida en la que te rodeas de personas que comparten un estilo de vida saludable y permanecer en lugares libres de toda contaminación moral.


En el mundo existen diversas instituciones que apoyan a las personas con adicciones a la pornografía. En Guatemala, existe una institución que ayuda a los cristianos, hombres y mujeres, a escapar del pecado sexual para siempre, a través de nuestros testimonios de libertad y nuestra capacitación, de tal manera que puedan hallar libertad permanente y una relación personal con Dios (para mayor información de esta organización visite http://www.libresencristo.org/). Si en lo personal, estás lidiando con este problema o quizás conoces a alguien que sabes que necesita apoyo en esta agotadora batalla, PIDE AYUDA. Procurar salir de esto a solas es muy peligroso ya que a solas entraste y pero dificilmente a solas podrás salir.

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 CORINTIOS 7:1) Ahora, ¿qué es santidad? Claro está, la Biblia dice que sin ella, nadie verá a Dios. La santidad nos permite estar en paz con Dios y es el resultado de permanecer en Su presencia. Sin embargo, y con más frecuencia de lo que crees, he escuchado y leído que la santidad es dejar de pecar. Si así fuera, NADIE sería santo y seguramente todos iríamos al infierno puesto que no hay -ni ha habido- persona alguna en la Tierra (salvo Jesús) que ha podido llevar una vida totalmente libres de tentaciones y pecados.


En mi opinión, santidad es amar tanto la presencia de Dios que nos es difícil ofenderla pecando. Cuando un hijo de Dios aprende a valorar la presencia de Dios en su vida de esa manera, difícilmente acepta cambiarla por otra cosa. Es un asunto “no negociable”.


Fuentes de referencia y apoyo: Libres en Cristo, Wikipedia, Blog Personal www.fernandoarias.blog.com (otros artículos), La Biblia (RV60), La Biblia Traducción a Lenguaje Actual. La historia de Luis en este artículo es hipotética y fue empleada por el autor para ilustrar sus ideas respecto del tema.


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Fernando Arias Hook

Senior Pastor

Ministerios Resplandece / Resplandece Ministries

Guatemala, C.A.

(502) 4025-9112

 
 
 

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