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  • Foto del escritorFernando Arias

¿Qué pasó? Reflexiones desde la historia de Gedeón


En medio de la oscuridad de la opresión, el pueblo de Israel se preguntaba una y otra vez: "¿Qué pasó con las promesas de Dios?" Habían sido destinados a vivir en la tierra de leche y miel, pero en su lugar, se encontraban acosados por los madianitas. La esperanza se desvanecía mientras el desaliento se arraigaba en sus corazones.


En el relato de Jueces 6, vemos a un hombre llamado Gedeón, quien, a pesar de su incredulidad inicial, es elegido por Dios para liberar a su pueblo. ¿Qué pasó para que alguien como Gedeón fuera el instrumento de la liberación divina? La respuesta yace en la misericordia y la fidelidad de Dios hacia su pueblo, a pesar de su desobediencia y olvido.


A través de la conversación entre Gedeón y Dios, vemos la misericordia de Dios manifestada. Dios no rechaza a Gedeón por su duda o su falta de confianza, sino que lo fortalece y lo guía paso a paso. Incluso cuando Gedeón pide señales para confirmar la presencia de Dios, Dios responde con paciencia y gracia, demostrando que está dispuesto a acompañarnos en nuestra debilidad y nuestras inquietudes.


Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Qué pasó con las promesas que Dios nos hizo? ¿Cómo hemos llegado a estar en la situación en la que nos encontramos ahora? A menudo, como el pueblo de Israel, nos desviamos del camino de Dios en busca de nuestros propios deseos y soluciones. Nos olvidamos de su manera y buscamos hacer las cosas a nuestra manera.


Pero la buena noticia es que Dios nunca olvida sus promesas. Aunque nos apartemos de Él, Él nunca se aparta de nosotros. Su misericordia y su fidelidad son constantes, incluso en medio de nuestras dudas y fracasos. Al igual que con Gedeón, Dios está dispuesto a mostrarnos su presencia y su poder, recordándonos que sus promesas nunca fallan.


Entonces, cuando nos encontremos preguntándonos "¿Qué pasó?", recordemos la historia de Gedeón. Recordemos que, aunque hayamos perdido de vista las promesas de Dios, Él nunca las olvida. Su misericordia está siempre disponible para nosotros, esperando que volvamos a Él con corazones arrepentidos y dispuestos a seguir su camino.

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