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¿Qué sería de la iglesia sin la gracia?

  • Foto del escritor: Fernando Arias
    Fernando Arias
  • 21 jun 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 ene


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La gracia es un concepto central en la doctrina cristiana, y su ausencia transformaría profundamente la naturaleza y misión de la iglesia. La gracia, entendida como el favor inmerecido de Dios hacia los seres humanos, es fundamental para la redención y la relación entre Dios y la humanidad.


Sin la gracia, la iglesia perdería su esencia. Dejaría de ser un lugar de refugio y esperanza para los pecadores. La redención y el perdón, pilares del mensaje cristiano, se volverían inaccesibles. La iglesia se convertiría en una institución meramente legalista, enfocada únicamente en la obediencia a las leyes y normas, sin la posibilidad de reconciliación y restauración que ofrece la gracia de Dios.


Por otro lado, la misión evangelizadora de la iglesia se vería muy comprometida. El mensaje de salvación que predicamos se basa en la gracia de Dios manifestada a través de Jesucristo. Sin la gracia, la proclamación del evangelio perdería su poder transformador, ya que se presentaría una salvación inalcanzable basada en méritos y esfuerzos humanos.


La vida dentro de la comunidad de la iglesia sufriría igualmente. La gracia promueve el amor, el perdón y la unidad entre sus miembros. Sin ella, las relaciones dentro de la iglesia estarían siempre marcadas por el juicio y la condena, debilitando el testimonio del amor y de la compasión. ¡Vaya si no hemos fallado en esto! Si no fuera por la gracia de nuestro Padre, la iglesia estaría disuelta y completamente perdida. Por eso importante apreciar la gracia que el Señor ha derramado sobre nosotros.


La gracia es un tema recurrente en las enseñanzas de Jesús y en las Escrituras. Jesús enfatizó

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la gracia a través de sus palabras y acciones, especialmente en parábolas como las del hijo pródigo y la del buen samaritano, donde muestra el amor y el perdón incondicional de Dios. (Lucas 15:11-32, Lucas 10:25-37). El apóstol Pablo también destaca la centralidad de la gracia en la salvación cristiana, afirmando que “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).


Es importante aclarar que muchos han confundido la gracia con el libertinaje y la permisividad. La verdadera gracia no es una licencia para pecar, sino una oportunidad para la transformación y el crecimiento espiritual. La iglesia tiene la responsabilidad de ser férrea en reprender el pecado y, a la luz de la Palabra, corregir y disciplinar las conductas ajenas a la moralidad bíblica. Este proceso debe llevarse a cabo con sabiduría y amor, siempre buscando la restauración y el bienestar espiritual de los creyentes.


La iglesia de hoy ha sido golpeada severamente por la ausencia de gracia y solo recordándola en nuestra predicación y en nuestra vida diaria, podremos sostener nuestra misión. Sin la gracia, la iglesia se vuelve rígida y legalista, perdiendo su capacidad de ser un lugar de refugio y esperanza. Al predicar y vivir la gracia, la iglesia puede ser un faro de amor, perdón y transformación, cumpliendo su propósito en la Tierra.


En resumen, sin la gracia, la iglesia se convertiría en una entidad rígida y sin vida. La iglesia sin gracia sencillamente no existe, o en todo caso, será cualquier cosa menos la iglesia de Cristo.

 
 
 

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