Respetar los procesos de Dios en los demás
- Fernando Arias
- 1 mar
- 2 Min. de lectura

En nuestra humanidad, a veces caemos en la tentación de emitir juicios apresurados sobre la vida de los demás, midiendo sus circunstancias según nuestras expectativas o experiencias personales. Pero la verdad es que cada persona, cada matrimonio y cada familia están caminando un proceso único bajo la mano de Dios, con luchas y esperanzas que a menudo no son visibles a simple vista.
Quizás vemos a una pareja sin hijos y, desde nuestra perspectiva limitada, asumimos que no desean formar una familia. Sin embargo, desconocemos las lágrimas derramadas en oración, las noches de desvelo y los años de espera que tal vez han enfrentado. O vemos a alguien que permanece soltero y pensamos que no está buscando amor, sin saber que está sanando heridas o esperando con paciencia la persona que Dios tiene preparada para su vida.
La Escritura nos recuerda: “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1). No estamos llamados a interpretar la vida de los demás desde nuestras propias expectativas, sino a acompañarlos con amor y comprensión, recordando que solo Dios conoce los tiempos y los propósitos que está obrando en cada corazón.
En lugar de cuestionar, podemos elegir orar. En vez de imponer nuestra perspectiva, podemos ofrecer compasión. Porque a veces, el mayor acto de amor que podemos brindar es respetar el plan divino que se está desplegando en la vida de cada persona, confiando en que Dios es fiel y que su obra siempre será buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Aprendamos a mirar a los demás con los ojos de Dios, con respeto, paciencia y hasta compasión, recordando que cada historia y proceso es único y que el mejor lugar para cada uno de nosotros siempre será en las manos del Padre.



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