
¡Sintonízate!
- Fernando Arias
- 8 jun 2023
- 3 Min. de lectura

Recuerdo que en una ocasión, cuando era un adolescente, tuve la fortuna de tener mi propio dormitorio. Con una ingeniosa “negociación” logré que mi hermano, David, ocupara la habitación de servicio de la casa. En retrospectiva, no puedo creer que yo le hubiera hecho tal cosa a mi hermano. Con tan sólo Q20.00 ($2.50) logré convencerlo de tal mudanza.
No obstante, por fin tuve la privacidad y comodidad que todo joven anhela tener. Una de las primeras cosas que hice fue aprovechar el espacio libre metiendo en mi cuarto un viejo equipo de sonido. No sonaba muy bien, pero yo estaba realizado con el hecho de tener mi propio sistema de audio. Ya la música era una parte fundamental de mi vida. En ese entonces, dedicaba mucho tiempo a ella. Tocaba batería unas par de horas, diariamente y mi guitarra era una fiel compañera de dormitorio y todo lo que hacía en mi dormitorio era amenizado por mi radio.
Este radio tenía una peculiaridad: sintonizar las frecuencias no era cosa fácil. Además, había que manipular el potenciómetro de volumen con cuidado porque hacía mucho ruido al querer variarlo. El botón que buscaba manualmente cada frecuencia también lo hacía, y si uno no era preciso en sintonizar la frecuencia que buscaba, la irritante distorsión se hacía presente.
Era tal la molestia que casi siempre optaba por escuchar la misma estación para evitar las molestias de buscar otra. En ocasiones, cuando la señal era muy débil, yo tenía que acercarme al aparato para hacer de mi cuerpo su antena. Por eso, pasaba mucho tiempo cerca del radio para que la señal permaneciera limpia.
En una ocasión, meditando sobre la constante comunicación que los hijos de Dios debemos tener con nuestro Padre Celestial por medio de la oración, Dios trajo a mi memoria aquel viejo radio. Porque cuando hablamos con Dios nuestro espíritu debe permanecer conectado a una frecuencia celestial. Sin embargo, aquella señal puede distorsionarse si no la buscamos correctamente. Esa distorsión -o ruido- es el pecado.
El pecado busca robar nuestra señal celestial creando ruido interferencialentre Dios y nosotros. Cada vez que cometemos pecado, hay una voz que nos dice: “no eres merecedor de permanecer conectado con Él.” Es una voz que te condena porque sientes que el pecado te ha dejado al descubierto. La Palabra de Dios nos muestra este escenario en el Génesis cuando vemos a Adán y Eva ocultándose de la presencia de Dios porque habían pecado. No se sentían libres para disfrutar de Su cercanía e intimidad.
Sin embargo, lo cierto es que somos imperfectos, y nuestra naturaleza humana y carnal es pecaminosa. Por eso, no me extraña cuando en tiempos de consejería las personas me comparten cuánto les cuesta sintonizarse con Dios debido a que cada vez que lo hacen, se sienten alejados de él. Como que Dios no los escuchara o simplemente ignorara su clamor.
Ahora, veamos qué dice la Biblia acerca de esto: “Yo amo a mi Dios porque él escucha mis ruegos. Toda mi vida oraré a él porque me escucha.” Salmos 116: 1-2 TLA
Aunque es cierto que el pecado interrumpe nuestra sintonía con Dios, también podemos aferrarnos a esta promesa: él escucha nuestros ruegos. La misericordia de Dios es grande y a la vez está envestida de ternura y comprensión. Dios es amor y su hijo, Jesús, es la manifestación del perdón y la misericordia del Padre por lo que hizo por nosotros en la cruz. “Cuando ustedes me pidan algo en oración, yo los escucharé. Cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón.” Jeremías 29:12-13 TLA
Mi radio viejo fue eventualmente reemplazado por uno nuevo. El polvo y suciedad que se había acumulado dentro del equipo ya no estorbaría más las frecuencias que yo sintonizaba. Así también debemos renovar nuestro corazón y nuestro espíritu, desempolvándolos de todo el pecado que los encubre y que no nos permite escuchar atentamente la voz de Dios. Recuerda que la fe viene por el oír, así que debes cuidar mucho tu audición espiritual. Ésta no debe ser obstaculizada por nada ni nadie. Cuida mucho tu entorno y círculos de amistad. Ellos pueden facilitarte tu comunión con Dios o pueden contaminarla.
Es tiempo de sintonizarte al Cielo y para ello tendrás que buscar la frecuencia espiritual que te conectará con el Padre: la oración. Recuerda que los discípulos de Jesús tuvieron el mismo temor e inquietud que tú y por eso se atrevieron a pedirle a su Maestro que les enseñara a orar, y así lo hizo Jesús: “Padre Nuestro que estás en el Cielo…”



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